Misa concelebrada en la fiesta de Nuestra Señora de la Merced
24 de septiembre de 2008
Queridos hermanos:
1. Nos hemos reunido para celebrar, una vez más, la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, Patrona de nuestra Arquidiócesis.
La Virgen de la Merced acompaña el peregrinar de nuestro pueblo desde los comienzos de San Miguel de Tucumán en Ibatín.
Hemos llegado desde todas las comunidades –de cerca y de lejos- como hijos suyos, con el deseo de honrarle y manifestarle nuestro amor, ante su imagen bendita.
Queremos agradecerle las innumerables gracias que nos alcanza del Señor; confiarle las necesidades, las alegrías, los sufrimientos, los trabajos nuestros de cada día y suplicarle su intercesión para ser perdonados de nuestras infidelidades y omisiones.
Pero hemos venido, especialmente, para que en este encuentro comunitario y eclesial, Ella nos muestre y nos acerque a Jesús, el fruto bendito de su vientre.
Por eso este encuentro con María nos debe ayudar a renovar nuestra opción por Cristo y su Evangelio para ser verdaderamente sus discípulos misioneros.
Esta opción por Cristo debe llevarnos a vivir coherentemente las exigencias de nuestra fe con un estilo de vida conforme al Evangelio.
2. En el texto evangélico que hemos escuchado, María es saludada como la “llena de gracia”. También se la podría traducir como la “inmensamente amada”. Dios, verdaderamente, nos dirigió a cada uno de nosotros esta exclamación cuando fuimos bautizados. También se nos repite hoy, en esta Eucaristía, porque en Jesús somos inmensamente amados por el Padre.
“El Señor está contigo” continúa diciendo el ángel.
La Virgen responde al saludo del ángel con desconcierto y se pregunta “qué podía significar este saludo” y luego interroga “¿cómo puede ser esto? Y finalmente responde con el “sí” de la obediencia, el “sí de la sierva del Señor”.
El “sí” de María en la Anunciación es el que el Señor había estado buscando desde la caída de Adán, es el “sí” que se cumple perfectamente en Cristo.
Este “sí” será pronunciado a lo largo de los siglos por tantos cristianos santos, por tantos simples fieles que han elegido seguir a Cristo en sus vidas.
Es este “sí” que el Señor espera de cada uno de nosotros. Espera que seamos verdaderamente sus discípulos misioneros.
3. En el Evangelio de San Lucas, la Santísima Virgen se profesa por dos veces “La servidora del Señor”: cuando presta su asentimiento al mensaje del ángel (cf, Lc. 1,38) y cuando proclama la grandeza del Señor por las obras grandes que ha hecho por ella (Cf. Lc. 1,49).
El título de “Servidora del Señor” se ha de interpretar a la luz de Jesucristo, ya que él, “no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud” (Mc. 10,45). En la Ultima Cena, Jesús se revela como el que sirve: “Yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lc. 22, 27).
En esta fiesta le pedimos a Nuestra Señora de la Merced que nos enseñe a servir con amor.
Sólo es verdadero discípulo del Señor, el que está dispuesto a servir como él. En efecto, el servicio, es decir, atender a las necesidades de los demás, es el signo de los cristianos.
El cristiano es el que debe difundir en la comunidad y en la sociedad el espíritu de servicio, tan necesario hoy día. Porque pareciera que cada uno busca su propio interés, su propio beneficio, su propio provecho, busca que todas las cosas y hasta los demás lo sirvan a él.
En la Eucaristía, el Señor se nos ofrece como alimento de nuestra vida cristiana. La Eucaristía nos da la fuerza para servir a nuestros hermanos.
4. La Iglesia está en la sociedad para servirla.
La Iglesia, siguiendo a Cristo, está al servicio de la vida: de la vida divina y de la vida humana.
El primer servicio que presta la Iglesia a los hombres es anunciarles la verdad sobre Jesucristo.
El servicio que la Iglesia presta busca que nuestros pueblos tengan vida plena en Jesucristo.
Es poner a los hombres en contacto, en comunión con Jesucristo, que es la Vida: “Yo soy la Resurrección y la Vida” (Jn. 11,25).
La Iglesia anuncia que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, vino al mundo a hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2 Ped. 1,4), a participarnos de su propia vida. Es la vida trinitaria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la vida eterna.
5. La vida en Cristo sana, fortalece y humaniza.
La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana “en su dimensión personal, familiar social y cultural” como afirma el Papa Benedicto XVI.
La Iglesia proclama la Buena Noticia de Dios que nos conduce a la vida.
Pero las condiciones de muchos hermanos nuestros, abandonados y excluidos en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre. El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas.
Hoy, desgraciadamente, nos encontramos con el flagelo de la droga que está destruyendo, especialmente a los jóvenes.
La droga es sinónimo de muerte.
En mis recorridos por la arquidiócesis recojo el eco doloroso de muchas familias, cuyos hijos están atrapados por los efectos de la droga y sus secuelas de muerte y destrucción. Asimismo, muchos docentes me manifiestan su preocupación y su impotencia para resolver este flagelo que está llegando hasta los niños.
El desafío es grande. Tenemos que reconocer que la droga está instalada entre nosotros. No podemos permanecer indiferentes. Entre todos debemos generar una red social que propicie la cultura de la vida que comprenda a padres, docentes, funcionarios, medios de comunicación, instituciones religiosas y a todos los ámbitos sociales. La situación es grave y requiere una acción mancomunada de toda la sociedad, que pueda transformarse en política de Estado.
Éste es un problema de toda la sociedad, pero las autoridades son las primeras responsables en responder a este desafío. Para ello se debe concientizar a la sociedad y luchar contra el tráfico de drogas. Son deberes ineludibles.
6. El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre. Se trata del Reino de la Vida, de una vida plena para todos.
Por eso nos pide a nosotros: “Proclamen que el Reino de los Cielos está cerca” (Mt. 10,7).
Asumamos el compromiso de ser una Iglesia misionera. Que cada comunidad cristiana sea un centro de irradiación de Cristo. Se trata de salir de nuestra conciencia aislada y de lanzarnos con valentía y confianza a la misión: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28,19).
Que Nuestra Señora de la Merced nos enseñe a servir con amor a nuestros hermanos para ser, verdaderamente, discípulos y misioneros de Jesús.
Boletín de la Familia Schoenstatiana de la Provincia de Tucumán - Argentina. "SANTUARIO VIVO, HOGAR PARA EL MUNDO"
Novena de la Virgen de La Merced
Carta de Alianza de septiembre de 2008

Queridos hermanos en la Alianza:
El 15 de septiembre recordamos el 40º aniversario del fallecimiento del P. José Kentenich, nuestro Padre Fundador. En muchas catedrales y parroquias de Argentina y del mundo se celebraron Misas en su memoria. Una memoria viva que para nosotros es misión y constante desafío.
El Papa Juan Pablo II nos decía en el Encuentro con el Movimiento el 20 de septiembre de 1985 en Vaticano, con motivo del centenario del nacimiento del Padre Fundador. “Desde muchas naciones os habéis reunido para agradecer por el don que Dios os hizo en la persona del P. Kentenich.” Ese don de Dios se manifestó en la vida del P. Kentenich con rasgos muy concretos.
1. Padre
El P. Kentenich fue un claro reflejo de la paternidad de Dios para muchos hombres y mujeres de todo el mundo. Un sacerdote, luego de una larga charla con el P. Fundador, le preguntó: “¿Padre, tiene Ud. aluna intención por la que quiere que yo rece?” y el Padre le contestó: “Sí, rece para que pueda cobijar en mi corazón a millones de personas”.
Vivimos en un tiempo carente de personalidades paternales (no confundir con paternalismo), un tiempo de enorme orfandad y abandono. Esos fueron los mismos dolores que padeció el niño y el hombre Kentenich por la ausencia de su propio padre. Justamente en aquello que Dios lo iba a distinguir como Su instrumento, en ello mismo el Señor debía formarlo, probarlo y educarlo. Es la misteriosa pedagogía divina que aprovecha lo pequeño, lo débil o torcido para sus santos planes de redención. El P. Kentenich anunció con su vida que Dios no es una idea metafísica, un concepto filosófico ni un personaje de la historia, sino un verdadero Padre que ama incondicionalmente. Al respecto decía: “La razón última de la “ausencia” de Dios en tantas almas debemos buscarla en la carencia de personas que lo reflejen. Por lo tanto si nosotros no somos reflejos de Dios misericordioso le quitamos a los hombres de hoy la posibilidad de creer en Él.”
2. Profeta del Dios de la Vida
Desde el más profundo espíritu evangélico, el P. Kentenich, nos enseña que Dios es un Dios vivo y para la vida: “Si queremos vivir en compañía de Dios, si queremos vivir en la presencia de Dios, como se decía antiguamente, si queremos tener un trato de amistad con el Dios vivo, entonces hay que contemplar a Dios en todas partes; hablar con Dios en todas partes, fundados en la fe y el amor…”
Mons. Zollitsch, presidente de la conferencia episcopal alemana, decía al respecto: “Muchos de nuestros contemporáneos –incluso muchos bautizados que se consideran cristianos –viven hoy como si Dios no existiera. No cuentan más con la acción de Dios en este mundo, en sus vidas, en su vida cotidiana. En Schoenstatt buscamos al Dios de la vida, contamos con Él y su acción, día tras día. Hemos aprendido y practicado, día a día, en la búsqueda de las huellas de Dios, la fe practica en la Providencia Divina.”
3. Aliado y misionero de María
Desde que su mamá lo consagró a la Sma. Virgen a los 9 años, en momentos muy difíciles para ella, María fue su madre, su guía y consuelo, su educadora. En ese acto ya está el germen de la Alianza de Amor que más tarde dará origen a Schoenstatt. Él fue el primer aliado de María en Schoesntatt y su gran misionero. Él mismo revela la misión que le confió Dios al respecto; “…mi misión fue y es anunciar al mundo el misterio de María. Mi tarea es proclamar a la Sma. Virgen, revelarla a nuestro tiempo como la Colaboradora permanente de Cristo en toda su obra de Redención, como la Corredentora y la Medianera de las Gracias. Revelar a la Sma. Virgen en su profunda unión a Cristo y con la misión específica que Ella tiene desde el Santuario de Schoenstatt para el tiempo actual.” (16 de noviembre de 1958) Proclamar el misterio de María significó para el P. Kentenich mostrarle a los hombres la Madre fiel, el “libro de oro” del cristiano, la imagen, modelo y modeladora del hombre nuevo en Cristo. Pero Kentenich no se queda con María como Madre a amar e imagen a imitar, sino que busca movilizar lo mariano en el seno de la Iglesia para gestar una nueva cultura, que a instancias de María, sea más cristiana, más solidaria, justa y fraterna, y por ello más humana.
4. Comprometido con el hombre y su tiempo
El P. Fundador supo acuñar esa genial frase que define todo su ser y su actuar: “Con la mano en el curso del tiempo y el oído en el corazón de Dios”. Él no predicó una religiosidad espiritualista, desentendida del hombre y su tiempo sino bien anclada en el corazón de Dios y encarnada en el mundo. Pasó dos guerras mundiales, experimentó la degradación humana en un campo de concentración, pasó hambre, crisis económicas y pobreza; vivió con y como su pueblo. En cada tiempo supo buscar las respuestas para las problemáticas del hombre y la sociedad en el corazón mismo de Dios; asimismo buscó caminos de aplicación sencillos y profundos para que llegaran al corazón del hombre. Fue valiente para denunciar todo lo que atentara contra la dignidad y la integridad del hombre como hijo de Dios. Fue fiel y franco con su Iglesia, asumiendo que tiempos de grandes cambios requieren renovación, creatividad, valentía y un nuevo ardor en el modo de vivir y transmitir la fe.
Querida Familia de Schoenstatt, al comenzar estas líneas les decía que la memoria del P. Fundador es memoria viva, que nos motiva y desafía a la misión. Mons. Tenhumber, obispo de Münster, Alemania, dijo una vez a la Familia de Schoesntatt que éramos “la carta de presentación de la santidad del Padre”. Una carta de presentación que de nosotros depende que sea “legible, motivadora y atractiva”. Por nuestra intensidad y calidad de vida en la Alianza, por nuestra valentía para vivir auténtica y creativamente nuestra misión, la Iglesia y la sociedad recibirán lo que nosotros mismos hemos recibido en la persona del Padre Fundador. O no. En este nuevo 18 podemos estar infinitamente agradecidos por el Don recibido pero también recordemos que somos deudores del Padre y de su fundación.
“Ustedes, a su manera pueden ayudarme a llevar la responsabilidad
y compartir la misión de la Familia…
Quien tiene una misión debe cumplirla, aunque una salto mortal siga al otro.”
(P. J. K., 31 de mayo de 1949)
Sí, Padre; ¡tu herencia nuestra misión! Aquí estamos, vamos contigo, nuestra mano en tu mano, nuestro corazón en tu corazón.
P. José Javier Arteaga
El 15 de septiembre recordamos el 40º aniversario del fallecimiento del P. José Kentenich, nuestro Padre Fundador. En muchas catedrales y parroquias de Argentina y del mundo se celebraron Misas en su memoria. Una memoria viva que para nosotros es misión y constante desafío.
El Papa Juan Pablo II nos decía en el Encuentro con el Movimiento el 20 de septiembre de 1985 en Vaticano, con motivo del centenario del nacimiento del Padre Fundador. “Desde muchas naciones os habéis reunido para agradecer por el don que Dios os hizo en la persona del P. Kentenich.” Ese don de Dios se manifestó en la vida del P. Kentenich con rasgos muy concretos.
1. Padre
El P. Kentenich fue un claro reflejo de la paternidad de Dios para muchos hombres y mujeres de todo el mundo. Un sacerdote, luego de una larga charla con el P. Fundador, le preguntó: “¿Padre, tiene Ud. aluna intención por la que quiere que yo rece?” y el Padre le contestó: “Sí, rece para que pueda cobijar en mi corazón a millones de personas”.
Vivimos en un tiempo carente de personalidades paternales (no confundir con paternalismo), un tiempo de enorme orfandad y abandono. Esos fueron los mismos dolores que padeció el niño y el hombre Kentenich por la ausencia de su propio padre. Justamente en aquello que Dios lo iba a distinguir como Su instrumento, en ello mismo el Señor debía formarlo, probarlo y educarlo. Es la misteriosa pedagogía divina que aprovecha lo pequeño, lo débil o torcido para sus santos planes de redención. El P. Kentenich anunció con su vida que Dios no es una idea metafísica, un concepto filosófico ni un personaje de la historia, sino un verdadero Padre que ama incondicionalmente. Al respecto decía: “La razón última de la “ausencia” de Dios en tantas almas debemos buscarla en la carencia de personas que lo reflejen. Por lo tanto si nosotros no somos reflejos de Dios misericordioso le quitamos a los hombres de hoy la posibilidad de creer en Él.”
2. Profeta del Dios de la Vida
Desde el más profundo espíritu evangélico, el P. Kentenich, nos enseña que Dios es un Dios vivo y para la vida: “Si queremos vivir en compañía de Dios, si queremos vivir en la presencia de Dios, como se decía antiguamente, si queremos tener un trato de amistad con el Dios vivo, entonces hay que contemplar a Dios en todas partes; hablar con Dios en todas partes, fundados en la fe y el amor…”
Mons. Zollitsch, presidente de la conferencia episcopal alemana, decía al respecto: “Muchos de nuestros contemporáneos –incluso muchos bautizados que se consideran cristianos –viven hoy como si Dios no existiera. No cuentan más con la acción de Dios en este mundo, en sus vidas, en su vida cotidiana. En Schoenstatt buscamos al Dios de la vida, contamos con Él y su acción, día tras día. Hemos aprendido y practicado, día a día, en la búsqueda de las huellas de Dios, la fe practica en la Providencia Divina.”
3. Aliado y misionero de María
Desde que su mamá lo consagró a la Sma. Virgen a los 9 años, en momentos muy difíciles para ella, María fue su madre, su guía y consuelo, su educadora. En ese acto ya está el germen de la Alianza de Amor que más tarde dará origen a Schoenstatt. Él fue el primer aliado de María en Schoesntatt y su gran misionero. Él mismo revela la misión que le confió Dios al respecto; “…mi misión fue y es anunciar al mundo el misterio de María. Mi tarea es proclamar a la Sma. Virgen, revelarla a nuestro tiempo como la Colaboradora permanente de Cristo en toda su obra de Redención, como la Corredentora y la Medianera de las Gracias. Revelar a la Sma. Virgen en su profunda unión a Cristo y con la misión específica que Ella tiene desde el Santuario de Schoenstatt para el tiempo actual.” (16 de noviembre de 1958) Proclamar el misterio de María significó para el P. Kentenich mostrarle a los hombres la Madre fiel, el “libro de oro” del cristiano, la imagen, modelo y modeladora del hombre nuevo en Cristo. Pero Kentenich no se queda con María como Madre a amar e imagen a imitar, sino que busca movilizar lo mariano en el seno de la Iglesia para gestar una nueva cultura, que a instancias de María, sea más cristiana, más solidaria, justa y fraterna, y por ello más humana.
4. Comprometido con el hombre y su tiempo
El P. Fundador supo acuñar esa genial frase que define todo su ser y su actuar: “Con la mano en el curso del tiempo y el oído en el corazón de Dios”. Él no predicó una religiosidad espiritualista, desentendida del hombre y su tiempo sino bien anclada en el corazón de Dios y encarnada en el mundo. Pasó dos guerras mundiales, experimentó la degradación humana en un campo de concentración, pasó hambre, crisis económicas y pobreza; vivió con y como su pueblo. En cada tiempo supo buscar las respuestas para las problemáticas del hombre y la sociedad en el corazón mismo de Dios; asimismo buscó caminos de aplicación sencillos y profundos para que llegaran al corazón del hombre. Fue valiente para denunciar todo lo que atentara contra la dignidad y la integridad del hombre como hijo de Dios. Fue fiel y franco con su Iglesia, asumiendo que tiempos de grandes cambios requieren renovación, creatividad, valentía y un nuevo ardor en el modo de vivir y transmitir la fe.
Querida Familia de Schoenstatt, al comenzar estas líneas les decía que la memoria del P. Fundador es memoria viva, que nos motiva y desafía a la misión. Mons. Tenhumber, obispo de Münster, Alemania, dijo una vez a la Familia de Schoesntatt que éramos “la carta de presentación de la santidad del Padre”. Una carta de presentación que de nosotros depende que sea “legible, motivadora y atractiva”. Por nuestra intensidad y calidad de vida en la Alianza, por nuestra valentía para vivir auténtica y creativamente nuestra misión, la Iglesia y la sociedad recibirán lo que nosotros mismos hemos recibido en la persona del Padre Fundador. O no. En este nuevo 18 podemos estar infinitamente agradecidos por el Don recibido pero también recordemos que somos deudores del Padre y de su fundación.
“Ustedes, a su manera pueden ayudarme a llevar la responsabilidad
y compartir la misión de la Familia…
Quien tiene una misión debe cumplirla, aunque una salto mortal siga al otro.”
(P. J. K., 31 de mayo de 1949)
Sí, Padre; ¡tu herencia nuestra misión! Aquí estamos, vamos contigo, nuestra mano en tu mano, nuestro corazón en tu corazón.
P. José Javier Arteaga
A 40 AÑOS DE LA PARTIDA A LA CASA DEL PADRE, DEL PADRE JOSÉ KENTENICH, TUCUMÁN LO RECUERDA
En un domingo de sol radiante, con la Mater saludando desde su Santuario de Tucumán, los schoenstattianos nos congregamos para recordar y testimoniar nuestro amor a nuestro Fundador, el querido Padre José.
Como homenaje a su memoria, sellaron su Alianza de Amor varios enamorados de María, concientes de la misión y responsabilidad de esa alianza.
Posteriormente compartimos la Santa Misa, en la que las distintas ramas del movimiento presentaron ofrendas, símbolo de su misión
Nos trasladamos en peregrinación hasta el memorial del Padre Kentenich, donde Norma Benedek, a cargo del Secretariado Padre Kentenich en Tucumán, leyó la oración de beatificación
Como broche de oro, con todo nuestro corazón, contestamos:
¡Quedamos en eso! ¡Permanecemos fieles!
Querido Padre José! tus hijos tucumanos vamos contigo, TU HERENCIA NUESTRA MISIÓN!
Como homenaje a su memoria, sellaron su Alianza de Amor varios enamorados de María, concientes de la misión y responsabilidad de esa alianza.
Posteriormente compartimos la Santa Misa, en la que las distintas ramas del movimiento presentaron ofrendas, símbolo de su misión
Nos trasladamos en peregrinación hasta el memorial del Padre Kentenich, donde Norma Benedek, a cargo del Secretariado Padre Kentenich en Tucumán, leyó la oración de beatificación
Como broche de oro, con todo nuestro corazón, contestamos:
¡Quedamos en eso! ¡Permanecemos fieles!
Querido Padre José! tus hijos tucumanos vamos contigo, TU HERENCIA NUESTRA MISIÓN!
Prédica de Mons Robert Zollitsch sobre el 40 aniversario

Misa pontifical en el 40º aniversario del fallecimiento del Padre Kentenich
Iglesia de Peregrinos, SchoenstattMons. Robert Zollitsch
Lecturas: Números 21, 4-9; Filipenses 2, 6-11
Evangelio: Juan 3, 13-17
14 de septiembre de 2008 a las 10,30 hs.
Querida Familia de Schoenstatt, hermanas y hermanos en la fe:
No solamente en Schoenstatt contemplamos, en estos días, lo sucedido hace cuarenta años. Lo hacen muchas otras personas en nuestro país, sí, y en toda Europa. Se lo ha comunicado de varias maneras en numerosos debates televisivos y en una gran cantidad de artículos en periódicos y revistas. Pues el año 1968 marcó una clara incisión. Para nosotros, en Schoenstatt, es el hecho de que el Padre y Fundador de nuestra Familia concluyó su vida terrenal y regresó a la Casa del Padre, y que desde entonces tenemos que continuar nuestro camino hacia el futuro sin un contacto inmediato y directo con él.
Para nuestro país (Alemania), para toda la Europa occidental, el año 1968 significa un enorme sacudón. Las protestas y la rebelión de la generación del ’68 cambiaron dramáticamente a nuestro país y a nuestra sociedad, a todo el mundo occidental.
Estábamos todos sumamente sorprendidos, no solamente por la inesperada partida de nuestro fundador, sino también por el estallido de disturbios, la revuelta estudiantil y los secuestros y asesinatos atribuidos a las Brigadas Rojas. Y sin embargo el Padre Kentenich, que tenía la mano en el pulso del tiempo y que sabía interpretar las voces del tiempo, ya desde hacía muchos años había señalado que un mundo viejo estaba en llamas y nacía un mundo nuevo. Él, que veía el desmoronamiento religioso, la revolución, una revolución del ser, se adelantó y se esforzó desde mucho tiempo atrás para preparar a su Familia para esto. Sí, él estaba convencido de que en Schoenstatt había anticipado la respuesta
La noche del 12 de septiembre de 1964 me encontré con el Padre Kentenich en Milwaukee. Durante un largo paseo tuvimos una conversación muy personal. Hablamos sobre los puntos notables en la historia de la Familia y llegamos muy pronto al 31 de mayo de 1949 y a la cuestión de la teología y la psicología de las causas segundas. Pero muy pronto noté que para el Padre Kentenich mis preguntas e inquietudes estaban dirigidas a un tiempo demasiado pretérito, a la historia. Lo que más le preocupaba a nuestro Padre en ese momento, y lo que quería darme, era otra cosa. Para él estaba muy claro: el Concilio Vaticano II era el gran cambio tan esperado.
Él estaba convencido de que ahora Schoenstatt sería comprendido, ahora se presentaría para nosotros el gran desafío. Habló acerca de que el Papa Juan XXIII había abierto ampliamente las ventanas y las puertas de la Iglesia; con ello la Iglesia penetraría en el mundo y reconocería las cuestiones de la actualidad. Destacó lo importante que era que la Iglesia, al parecer una roca inquebrantable, se pusiera en movimiento. Habló de una ”roca movediza”. Una roca que se pone en movimiento y avanza produce una poderosa conmoción. El Padre Kentenich quiso abrirme los ojos para el kairós y dirigir mi vista hacia el futuro. Es válido mirar hacia atrás para asegurarse y para agradecer. Pero esto debía llevarme a mirar al futuro: esto es lo decisivo.
Esto caracteriza también su proceder después de su regreso a Schoenstatt; sus manifestaciones en los últimos años de su vida lo muestran con gran claridad.
Así dijo claramente en abril de 1968: ”Vivimos una revolución como jamás la hemos experimentado hasta ahora. Todo se tambalea”. (30 de abril de 1968) Y orienta la mirada de su audiencia hacia adelante, a lo que estaba creciendo. No se quedó sólo en las observaciones. Para él, siempre se trataba de sacar conclusiones, para así encontrar la respuesta a los desafíos del presente y del futuro. Confiando en la acción del Espíritu Santo, vislumbró la forma de la Iglesia del futuro. Así lo expresó poco antes de su muerte: ”Todos nosotros estamos llamados a colaborar, en nuestro modo, en la construcción, por así decirlo, de una nueva Iglesia, y quizás se nos va a regalar una Iglesia renovada en múltiples aspectos” (charla a sacerdotes, 17-2-68). Para él era muy claro que la Iglesia debía marchar hacia las nuevas playas si quería formar el futuro del mundo y de la sociedad.
Marchar a las nuevas playas del tiempo, marchar hacia los tiempos más nuevos. Éste es el legado de nuestro fundador, y no solamente en el saludo que envió a la Jornada de los Católicos, en 1968, en Essen. Éste es hoy el imperativo de su testamento para nosotros. Y si observo la situación de la Iglesia en Alemania, entonces podemos decir: vale justamente para hoy.
Muchos de nuestros coetáneos – incluso muchos bautizados que se consideran cristianos – viven hoy “etsi Deus non daretur”, como si Dios no existiera. No cuentan más con la acción de Dios en este mundo, en sus vidas, en su vida cotidiana. En Schoenstatt buscamos al Dios de la vida, contamos con Él y su acción, día tras día. Hemos aprendido y practicado, día a día, en la búsqueda de las huellas de Dios, en la fe practica en la Providencia Divina. Con esto experimentamos que el Dios vivo y todopoderoso actúa en medio de nosotros. Y no lo hace solamente hoy. Quiere mostrarnos el camino al futuro. Esto vale para nosotros personalmente, para nosotros como Familia de Schoenstatt; vale para el camino de la Iglesia en el futuro y para el aporte de nuestra Familia como Movimiento de renovación.
Se trata de anunciar de nuevo al Dios de la vida, de regalar a muchos la experiencia de la fe práctica en la Divina Providencia y la Alianza de Amor, y entregar todo esto a la Iglesia en su camino al futuro. El camino de nuestra Familia – fuera de los muros de Schoenstatt – se trazó en 1919 en Hörde, por la fundación de la Federación Apostólica: Renovación de la Iglesia por el compromiso de sus miembros, por el apostolado de los laicos, por la vocación de todo cristiano a esforzarse por construir el Reino de Dios. Esto lo ha cimentado el Fundador en su Familia desde el principio, como un encargo de Dios. A partir del Papa Pío XI y de la Acción Católica, y especialmente desde el Segundo Concilio Vaticano, hablamos frecuentemente de la ”madurez de los laicos”.
Y algunos pregonan hoy por todas partes la fórmula ”es la hora de los laicos”. Sabemos que no es ”la hora de los laicos” porque tengamos pocos sacerdotes. La escasez de sacerdotes es, en todo caso, una señal de Dios que nos desafía y nos obliga a reflexionar profundamente cuál es la dignidad y la misión de todo cristiano. Como Movimiento laical, esto se ha dado en nuestra Familia desde sus comienzos. Podemos brindar una larga experiencia y un camino de fe probado de lo que aportan laicos activos y comprometidos en la vida de nuestra Iglesia.
Por eso podemos experimentar cómo muchas mujeres y muchos hombres de nuestra Familia asumen responsabilidades en sus ramas, en nuestras comunidades y consejos parroquiales. Continuamente me asombro al ver cuántas personas se comprometen por nuestros santuarios y centros de Schoenstatt y se preocupan por su vida y su fecundidad. No lo hacen en absoluto como ”suplentes”, sino basados en su propia vocación por la Familia y la sociedad. Si vemos todo lo que ya ha sido posible hacer, podemos estar realmente asombrados.
Me impresiona, por ejemplo, cuando me entero cómo la juventud masculina de Schoenstatt en Austria desde hace unos años organiza sus campamentos sin tener asesores, y qué vida dinámica hay en la Familia de Schoenstatt húngara, o como por iniciativa de innumerables laicos la Virgen Peregrina de Schoenstatt llega a tantas casas y es recibida por personas que sin ella no encontrarían un camino a la Iglesia.
Aquí podemos hacer un valioso servicio a la Iglesia, mostrándole un camino al futuro, tratando de expresar y vivir de una manera probada la comunión entre sacerdotes, religiosos y laicos, en un clima de respeto mutuo y de benevolencia. Aquí se hace evidente que la vocación no comienza con la ordenación sacerdotal o con la profesión religiosa, sino que cada cristiano tiene su vocación. Justamente en el cuadragésimo aniversario del fallecimiento del Padre Kentenich, podemos agradecerle por esto, porque él nos ha mostrado hace mucho este camino. Nos podemos alegrar por todo lo que vive en nuestro Movimiento. A la vez tenemos el desafío de preguntarnos cómo seguimos por este camino, cómo lo llenamos hoy de vida. Sobre todo, cómo apoyamos a la Iglesia a seguir con valor su camino al futuro.
Si miramos con ojos atentos a nuestro alrededor, notamos una tendencia creciente a la individualización, al hecho de que cada vez más existen y son aceptados paralelamente distintos conceptos de vida. No queremos aceptarlo sin crítica, y al destacar también la importancia de la comunidad, tenemos que darnos cuenta de este estado de ánimo que marca a los hombres de nuestro tiempo. A ellos no les gusta que se les diga lo que hay que hacer, lo que hay que dejar. Mientras que en muchas parroquias estas personas difícilmente encuentren un hogar, nosotros tenemos en Schoenstatt – de nuevo fundamentado por el Padre Kentenich – un valioso acceso que permite que este tipo de personalidades experimente la belleza de la fe.
Pues son los procesos mentales de cada uno a los cuales el Padre Kentenich da una importancia clave, diciendo por ejemplo: “Por favor, no acepten nada ciegamente. Por favor, examínenlo y acepten solamente lo que ustedes mismos hayan experimentado”. Él acoge en su espiritualidad las experiencias individuales. Las verdades inquebrantables no se incorporan desde afuera a su espiritualidad; el Padre Kentenich es consciente de que la huella de Dios está grabada en cada persona. La idea conductora es: lo que vive en mí, lo que yo mismo he experimentado, me puede conducir a una relación con lo sobrenatural.
La vida se enciende en la vida. No comienza con lo que anuncian los dogmas como verdadero y seguro. La historia de la vida de cada individuo juega un rol fundamental. En la Alianza de Amor esto se evidencia de un modo ejemplar. Aquí vale mi vocación personal, mi formación en la fe individual. No hay una postura prefabricada de lo que corresponde: lo determinante es cómo cada individuo vive plenamente la Alianza de Amor en su camino de fe personal. Así el Padre Kentenich toma en serio lo confirmado por Dios por medio del profeta Isaías, “Te he llamado por tu nombre. Eres mío” (Isaías 43,1).
Con esta visión el Padre Kentenich llega al alma de nuestro tiempo y a la vez nos conduce hacia el futuro. Pues justamente en la Alianza de Amor estamos invitados a sellar esta alianza también entre nosotros, a vincularnos recíprocamente en red y aportar a la comunidad. El Padre Kentenich sabía que en toda acentuación del proyecto de la propia vida, los hombres tienen un gran anhelo de poder desarrollar relaciones profundas y duraderas. Por ese motivo, este vínculo – por medio de la Alianza de Amor con María – es tan valioso porque toca los estratos más íntimos de nuestra alma.
El acceso individual y personal, que cuida fuertemente de no coartar la libertad individual, es lo que hoy hace especialmente atractivo a este camino. “Tanta libertad como sea posible”, esta premisa de nuestro Fundador, en la que expresa todo su respeto por la vocación personal de cada individuo, es un indicador de caminos decisivo de cómo hoy la gente puede llegar a un encuentro personal con la fe. Donde ellos vean primero órdenes y prohibiciones, va a llegar a muy pero muy pocos. Allí donde algo llegue a mí personalmente, donde se tocan los estratos más profundos del alma, donde se toman en serio mis cuestionamientos religiosos, en forma de invitación y sin presión, aquí se abren los caminos a la fe en el Dios vivo, una gran oportunidad que se nos da en nuestro Movimiento por el camino personal en la Alianza de Amor y por la valoración de la propia vocación.
Queridas hermanas, queridos hermanos:
Estas indicaciones y experiencias que tenemos ante la vista en este cuadragésimo aniversario del fallecimiento de nuestro Fundador, quieren hacer claro para nosotros: Schoenstatt puede aportar a la Iglesia muchas riquezas de su tesoro. No tenemos que ocultarnos en las catacumbas, al contrario, podemos, conscientes de nosotros mismos y con espíritu de conquista, colaborar en la formación del camino a la Iglesia del futuro. Me parece que de vez en cuando olvidamos que Schoenstatt nació como un movimiento de renovación. El Padre Kentenich nos exhorta, con sus palabras de saludo a la Jornada de los Católicos de 1968 en Essen, como en un legado, a tener el futuro ante la vista mientras nos anima a ir “alegres por la esperanza y seguros de la victoria, con María, hacia los tiempos más nuevos”.
Desde mucho antes de ser obispo recibo continuamente, de muchos responsables en las parroquias, manifestaciones de aprecio por el compromiso de los schoenstattianos. Son cumplidores, sencillos y fieles. Se puede confiar en ellos y son frecuentemente el apoyo de la comunidad parroquial. De lo que raras veces escucho hablar es de la fuerza innovadora que hay en nosotros, que era para el Padre Kentenich una intención fundamental cuando hablaba de su visión de la Iglesia. ¡Tengamos el valor de asumir esta intención de nuestro Fundador! Sí, tenemos que dar hoy a la Iglesia un mensaje moderno, verdaderamente desafiante.
Justamente esta fue la intención de nuestro Padre y Fundador. No deleitarse en el pasado, no querer conservar todo, sino ver cómo trasladar los contenidos de la fe a los tiempos más nuevos, y cómo poder traducirlos. Esto lo llevó a él a la confrontación con la Iglesia, sin dejar de amarla. Y reconoció en esto la misión de Schoenstatt de colaborar con la construcción de la “Iglesia en las nuevas playas” y así hacer realidad la visión de la Iglesia del Concilio Vaticano II. El desafío y el encargo del cuarto hito se han transformado hoy en una oportunidad concreta. Las puertas están ampliamente abiertas para nosotros. Podemos ver como un señal para esto, con fe en la Providencia, que en nuestro tiempo se puede construir y concretizar en Roma el Centro internacional de Schoenstatt en el corazón de la Iglesia, lo que hace tanto tiempo había anhelado el Padre Kentenich.
Queridas hermanas, queridos hermanos:
Queremos retomar las posibilidades que se nos ofrecen hoy. Estemos dispuestos y tengamos el valor de entregar nuestro multifacético tesoro a la Iglesia de nuestros días. Estemos dispuestos a embarcarnos en este viaje y también – como schoenstattianos – a seguir nuevos caminos. Tengamos el valor de ir adelante en este camino de la Iglesia hacia el futuro y así entusiasmar de nuevo a los hombres por la fe. La cosmovisión que nuestro Padre Fundador nos ha dejado es decisiva y fundamental. Con el mismo impulso queremos llevar adelante su espiritualidad a nuestro tiempo. Lo que tenía actualidad en su tiempo, no necesariamente será actual por siempre.
Pero su actitud fundamental es para nosotros su legado y tarea permanente. Tenemos que transmitir esto continuamente a nuestro tiempo, para no dar a las nuevas cuestiones de nuestra época las respuestas de hace cuarenta o cincuenta años. Veamos, justamente en vistas al gran jubileo del año 2014, dónde se nos abren las puertas por las que podemos pasar para continuar propagando la misión del Padre Kentenich. Pasemos por esas puertas con valor y seguros de nosotros mismos para entregar a la Iglesia el esperado y valioso servicio, y aportar a la renovación y profundización de la fe.
Mons. Dr. Robert Zollitsch
Arzobispo de Friburgo
Presidente de la Conferencia episcopal alemana
Iglesia de Peregrinos, SchoenstattMons. Robert Zollitsch
Lecturas: Números 21, 4-9; Filipenses 2, 6-11
Evangelio: Juan 3, 13-17
14 de septiembre de 2008 a las 10,30 hs.
Querida Familia de Schoenstatt, hermanas y hermanos en la fe:
No solamente en Schoenstatt contemplamos, en estos días, lo sucedido hace cuarenta años. Lo hacen muchas otras personas en nuestro país, sí, y en toda Europa. Se lo ha comunicado de varias maneras en numerosos debates televisivos y en una gran cantidad de artículos en periódicos y revistas. Pues el año 1968 marcó una clara incisión. Para nosotros, en Schoenstatt, es el hecho de que el Padre y Fundador de nuestra Familia concluyó su vida terrenal y regresó a la Casa del Padre, y que desde entonces tenemos que continuar nuestro camino hacia el futuro sin un contacto inmediato y directo con él.
Para nuestro país (Alemania), para toda la Europa occidental, el año 1968 significa un enorme sacudón. Las protestas y la rebelión de la generación del ’68 cambiaron dramáticamente a nuestro país y a nuestra sociedad, a todo el mundo occidental.
Estábamos todos sumamente sorprendidos, no solamente por la inesperada partida de nuestro fundador, sino también por el estallido de disturbios, la revuelta estudiantil y los secuestros y asesinatos atribuidos a las Brigadas Rojas. Y sin embargo el Padre Kentenich, que tenía la mano en el pulso del tiempo y que sabía interpretar las voces del tiempo, ya desde hacía muchos años había señalado que un mundo viejo estaba en llamas y nacía un mundo nuevo. Él, que veía el desmoronamiento religioso, la revolución, una revolución del ser, se adelantó y se esforzó desde mucho tiempo atrás para preparar a su Familia para esto. Sí, él estaba convencido de que en Schoenstatt había anticipado la respuesta
La noche del 12 de septiembre de 1964 me encontré con el Padre Kentenich en Milwaukee. Durante un largo paseo tuvimos una conversación muy personal. Hablamos sobre los puntos notables en la historia de la Familia y llegamos muy pronto al 31 de mayo de 1949 y a la cuestión de la teología y la psicología de las causas segundas. Pero muy pronto noté que para el Padre Kentenich mis preguntas e inquietudes estaban dirigidas a un tiempo demasiado pretérito, a la historia. Lo que más le preocupaba a nuestro Padre en ese momento, y lo que quería darme, era otra cosa. Para él estaba muy claro: el Concilio Vaticano II era el gran cambio tan esperado.
Él estaba convencido de que ahora Schoenstatt sería comprendido, ahora se presentaría para nosotros el gran desafío. Habló acerca de que el Papa Juan XXIII había abierto ampliamente las ventanas y las puertas de la Iglesia; con ello la Iglesia penetraría en el mundo y reconocería las cuestiones de la actualidad. Destacó lo importante que era que la Iglesia, al parecer una roca inquebrantable, se pusiera en movimiento. Habló de una ”roca movediza”. Una roca que se pone en movimiento y avanza produce una poderosa conmoción. El Padre Kentenich quiso abrirme los ojos para el kairós y dirigir mi vista hacia el futuro. Es válido mirar hacia atrás para asegurarse y para agradecer. Pero esto debía llevarme a mirar al futuro: esto es lo decisivo.
Esto caracteriza también su proceder después de su regreso a Schoenstatt; sus manifestaciones en los últimos años de su vida lo muestran con gran claridad.
Así dijo claramente en abril de 1968: ”Vivimos una revolución como jamás la hemos experimentado hasta ahora. Todo se tambalea”. (30 de abril de 1968) Y orienta la mirada de su audiencia hacia adelante, a lo que estaba creciendo. No se quedó sólo en las observaciones. Para él, siempre se trataba de sacar conclusiones, para así encontrar la respuesta a los desafíos del presente y del futuro. Confiando en la acción del Espíritu Santo, vislumbró la forma de la Iglesia del futuro. Así lo expresó poco antes de su muerte: ”Todos nosotros estamos llamados a colaborar, en nuestro modo, en la construcción, por así decirlo, de una nueva Iglesia, y quizás se nos va a regalar una Iglesia renovada en múltiples aspectos” (charla a sacerdotes, 17-2-68). Para él era muy claro que la Iglesia debía marchar hacia las nuevas playas si quería formar el futuro del mundo y de la sociedad.
Marchar a las nuevas playas del tiempo, marchar hacia los tiempos más nuevos. Éste es el legado de nuestro fundador, y no solamente en el saludo que envió a la Jornada de los Católicos, en 1968, en Essen. Éste es hoy el imperativo de su testamento para nosotros. Y si observo la situación de la Iglesia en Alemania, entonces podemos decir: vale justamente para hoy.
Muchos de nuestros coetáneos – incluso muchos bautizados que se consideran cristianos – viven hoy “etsi Deus non daretur”, como si Dios no existiera. No cuentan más con la acción de Dios en este mundo, en sus vidas, en su vida cotidiana. En Schoenstatt buscamos al Dios de la vida, contamos con Él y su acción, día tras día. Hemos aprendido y practicado, día a día, en la búsqueda de las huellas de Dios, en la fe practica en la Providencia Divina. Con esto experimentamos que el Dios vivo y todopoderoso actúa en medio de nosotros. Y no lo hace solamente hoy. Quiere mostrarnos el camino al futuro. Esto vale para nosotros personalmente, para nosotros como Familia de Schoenstatt; vale para el camino de la Iglesia en el futuro y para el aporte de nuestra Familia como Movimiento de renovación.
Se trata de anunciar de nuevo al Dios de la vida, de regalar a muchos la experiencia de la fe práctica en la Divina Providencia y la Alianza de Amor, y entregar todo esto a la Iglesia en su camino al futuro. El camino de nuestra Familia – fuera de los muros de Schoenstatt – se trazó en 1919 en Hörde, por la fundación de la Federación Apostólica: Renovación de la Iglesia por el compromiso de sus miembros, por el apostolado de los laicos, por la vocación de todo cristiano a esforzarse por construir el Reino de Dios. Esto lo ha cimentado el Fundador en su Familia desde el principio, como un encargo de Dios. A partir del Papa Pío XI y de la Acción Católica, y especialmente desde el Segundo Concilio Vaticano, hablamos frecuentemente de la ”madurez de los laicos”.
Y algunos pregonan hoy por todas partes la fórmula ”es la hora de los laicos”. Sabemos que no es ”la hora de los laicos” porque tengamos pocos sacerdotes. La escasez de sacerdotes es, en todo caso, una señal de Dios que nos desafía y nos obliga a reflexionar profundamente cuál es la dignidad y la misión de todo cristiano. Como Movimiento laical, esto se ha dado en nuestra Familia desde sus comienzos. Podemos brindar una larga experiencia y un camino de fe probado de lo que aportan laicos activos y comprometidos en la vida de nuestra Iglesia.
Por eso podemos experimentar cómo muchas mujeres y muchos hombres de nuestra Familia asumen responsabilidades en sus ramas, en nuestras comunidades y consejos parroquiales. Continuamente me asombro al ver cuántas personas se comprometen por nuestros santuarios y centros de Schoenstatt y se preocupan por su vida y su fecundidad. No lo hacen en absoluto como ”suplentes”, sino basados en su propia vocación por la Familia y la sociedad. Si vemos todo lo que ya ha sido posible hacer, podemos estar realmente asombrados.
Me impresiona, por ejemplo, cuando me entero cómo la juventud masculina de Schoenstatt en Austria desde hace unos años organiza sus campamentos sin tener asesores, y qué vida dinámica hay en la Familia de Schoenstatt húngara, o como por iniciativa de innumerables laicos la Virgen Peregrina de Schoenstatt llega a tantas casas y es recibida por personas que sin ella no encontrarían un camino a la Iglesia.
Aquí podemos hacer un valioso servicio a la Iglesia, mostrándole un camino al futuro, tratando de expresar y vivir de una manera probada la comunión entre sacerdotes, religiosos y laicos, en un clima de respeto mutuo y de benevolencia. Aquí se hace evidente que la vocación no comienza con la ordenación sacerdotal o con la profesión religiosa, sino que cada cristiano tiene su vocación. Justamente en el cuadragésimo aniversario del fallecimiento del Padre Kentenich, podemos agradecerle por esto, porque él nos ha mostrado hace mucho este camino. Nos podemos alegrar por todo lo que vive en nuestro Movimiento. A la vez tenemos el desafío de preguntarnos cómo seguimos por este camino, cómo lo llenamos hoy de vida. Sobre todo, cómo apoyamos a la Iglesia a seguir con valor su camino al futuro.
Si miramos con ojos atentos a nuestro alrededor, notamos una tendencia creciente a la individualización, al hecho de que cada vez más existen y son aceptados paralelamente distintos conceptos de vida. No queremos aceptarlo sin crítica, y al destacar también la importancia de la comunidad, tenemos que darnos cuenta de este estado de ánimo que marca a los hombres de nuestro tiempo. A ellos no les gusta que se les diga lo que hay que hacer, lo que hay que dejar. Mientras que en muchas parroquias estas personas difícilmente encuentren un hogar, nosotros tenemos en Schoenstatt – de nuevo fundamentado por el Padre Kentenich – un valioso acceso que permite que este tipo de personalidades experimente la belleza de la fe.
Pues son los procesos mentales de cada uno a los cuales el Padre Kentenich da una importancia clave, diciendo por ejemplo: “Por favor, no acepten nada ciegamente. Por favor, examínenlo y acepten solamente lo que ustedes mismos hayan experimentado”. Él acoge en su espiritualidad las experiencias individuales. Las verdades inquebrantables no se incorporan desde afuera a su espiritualidad; el Padre Kentenich es consciente de que la huella de Dios está grabada en cada persona. La idea conductora es: lo que vive en mí, lo que yo mismo he experimentado, me puede conducir a una relación con lo sobrenatural.
La vida se enciende en la vida. No comienza con lo que anuncian los dogmas como verdadero y seguro. La historia de la vida de cada individuo juega un rol fundamental. En la Alianza de Amor esto se evidencia de un modo ejemplar. Aquí vale mi vocación personal, mi formación en la fe individual. No hay una postura prefabricada de lo que corresponde: lo determinante es cómo cada individuo vive plenamente la Alianza de Amor en su camino de fe personal. Así el Padre Kentenich toma en serio lo confirmado por Dios por medio del profeta Isaías, “Te he llamado por tu nombre. Eres mío” (Isaías 43,1).
Con esta visión el Padre Kentenich llega al alma de nuestro tiempo y a la vez nos conduce hacia el futuro. Pues justamente en la Alianza de Amor estamos invitados a sellar esta alianza también entre nosotros, a vincularnos recíprocamente en red y aportar a la comunidad. El Padre Kentenich sabía que en toda acentuación del proyecto de la propia vida, los hombres tienen un gran anhelo de poder desarrollar relaciones profundas y duraderas. Por ese motivo, este vínculo – por medio de la Alianza de Amor con María – es tan valioso porque toca los estratos más íntimos de nuestra alma.
El acceso individual y personal, que cuida fuertemente de no coartar la libertad individual, es lo que hoy hace especialmente atractivo a este camino. “Tanta libertad como sea posible”, esta premisa de nuestro Fundador, en la que expresa todo su respeto por la vocación personal de cada individuo, es un indicador de caminos decisivo de cómo hoy la gente puede llegar a un encuentro personal con la fe. Donde ellos vean primero órdenes y prohibiciones, va a llegar a muy pero muy pocos. Allí donde algo llegue a mí personalmente, donde se tocan los estratos más profundos del alma, donde se toman en serio mis cuestionamientos religiosos, en forma de invitación y sin presión, aquí se abren los caminos a la fe en el Dios vivo, una gran oportunidad que se nos da en nuestro Movimiento por el camino personal en la Alianza de Amor y por la valoración de la propia vocación.
Queridas hermanas, queridos hermanos:
Estas indicaciones y experiencias que tenemos ante la vista en este cuadragésimo aniversario del fallecimiento de nuestro Fundador, quieren hacer claro para nosotros: Schoenstatt puede aportar a la Iglesia muchas riquezas de su tesoro. No tenemos que ocultarnos en las catacumbas, al contrario, podemos, conscientes de nosotros mismos y con espíritu de conquista, colaborar en la formación del camino a la Iglesia del futuro. Me parece que de vez en cuando olvidamos que Schoenstatt nació como un movimiento de renovación. El Padre Kentenich nos exhorta, con sus palabras de saludo a la Jornada de los Católicos de 1968 en Essen, como en un legado, a tener el futuro ante la vista mientras nos anima a ir “alegres por la esperanza y seguros de la victoria, con María, hacia los tiempos más nuevos”.
Desde mucho antes de ser obispo recibo continuamente, de muchos responsables en las parroquias, manifestaciones de aprecio por el compromiso de los schoenstattianos. Son cumplidores, sencillos y fieles. Se puede confiar en ellos y son frecuentemente el apoyo de la comunidad parroquial. De lo que raras veces escucho hablar es de la fuerza innovadora que hay en nosotros, que era para el Padre Kentenich una intención fundamental cuando hablaba de su visión de la Iglesia. ¡Tengamos el valor de asumir esta intención de nuestro Fundador! Sí, tenemos que dar hoy a la Iglesia un mensaje moderno, verdaderamente desafiante.
Justamente esta fue la intención de nuestro Padre y Fundador. No deleitarse en el pasado, no querer conservar todo, sino ver cómo trasladar los contenidos de la fe a los tiempos más nuevos, y cómo poder traducirlos. Esto lo llevó a él a la confrontación con la Iglesia, sin dejar de amarla. Y reconoció en esto la misión de Schoenstatt de colaborar con la construcción de la “Iglesia en las nuevas playas” y así hacer realidad la visión de la Iglesia del Concilio Vaticano II. El desafío y el encargo del cuarto hito se han transformado hoy en una oportunidad concreta. Las puertas están ampliamente abiertas para nosotros. Podemos ver como un señal para esto, con fe en la Providencia, que en nuestro tiempo se puede construir y concretizar en Roma el Centro internacional de Schoenstatt en el corazón de la Iglesia, lo que hace tanto tiempo había anhelado el Padre Kentenich.
Queridas hermanas, queridos hermanos:
Queremos retomar las posibilidades que se nos ofrecen hoy. Estemos dispuestos y tengamos el valor de entregar nuestro multifacético tesoro a la Iglesia de nuestros días. Estemos dispuestos a embarcarnos en este viaje y también – como schoenstattianos – a seguir nuevos caminos. Tengamos el valor de ir adelante en este camino de la Iglesia hacia el futuro y así entusiasmar de nuevo a los hombres por la fe. La cosmovisión que nuestro Padre Fundador nos ha dejado es decisiva y fundamental. Con el mismo impulso queremos llevar adelante su espiritualidad a nuestro tiempo. Lo que tenía actualidad en su tiempo, no necesariamente será actual por siempre.
Pero su actitud fundamental es para nosotros su legado y tarea permanente. Tenemos que transmitir esto continuamente a nuestro tiempo, para no dar a las nuevas cuestiones de nuestra época las respuestas de hace cuarenta o cincuenta años. Veamos, justamente en vistas al gran jubileo del año 2014, dónde se nos abren las puertas por las que podemos pasar para continuar propagando la misión del Padre Kentenich. Pasemos por esas puertas con valor y seguros de nosotros mismos para entregar a la Iglesia el esperado y valioso servicio, y aportar a la renovación y profundización de la fe.
Mons. Dr. Robert Zollitsch
Arzobispo de Friburgo
Presidente de la Conferencia episcopal alemana

1ª. JORNADA DEL NOA DE LA CAMPAÑA DEL ROSARIO
El sábado 6 de septiembre se realizó en Salta la primera jornada del NOA, que congregó a misioneros de Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán y Salta.
En un día frío y de sol brillante, con inmenso calor humano, iniciamos las actividades, poniéndonos bajo el amparo de Jesús y de María.
El Padre Juan José Riba, Asesor Nacional de la Campaña del Rosario en Argentina, destacó la importancia de la Jornada, realizada el mismo día en que da comienzo en Salta la novena al Señor del Milagro, devoción central de esa provincia.
Desarrollamos luego un taller sobre JOAO POZZOBON, DISCÍPULO Y MISIONERO, en el que participantes de las distintas provincias compartimos experiencias y dificultades.
Paralelamente, el Padre Juan José dirigió un taller para dirigentes de la Campaña.
Luego del almuerzo, un misionero de Santiago del Estero cantó una chacarera que compuso para la Mater, poniendo la nota de alegría y proyectamos un video sobre la vida de Joao Pozzobon, para encendernos en la misión. El Padre Riba se refirió a Joao y la tarea de ser discípulo misionero.
Posteriormente iniciamos la peregrinación, rezando el Santo Rosario, desde la escuela donde se había realizado la jornada hasta el Santuario, que nos saludaba rodeado de montañas y árboles.
Terminada la celebración de la Santa Misa, se realizó el acto de envío, con globos de distintos colores, que formaban un gran arco iris, representando a los distintos tipos de misioneros que peregrinan con la imagen de nuestra M. T. A.
Fue un día de muchas bendiciones y de vivir la gracia de reunirnos como hermanos de varias provincias que sienten la emoción de ser pequeños instrumentos de María, unidos en la misma misión: llevar a la Mater a las familias, enfermos, escuelas, embarazadas, y a todos aquellos que la necesiten, según las distintas modalidades.
La próxima Jornada se realizará en Santiago del Estero, el 18 de septiembre de 2010.
¡GRACIAS, QUERIDA MATER, POR REGALARNOS ESTE DÍA!
En un día frío y de sol brillante, con inmenso calor humano, iniciamos las actividades, poniéndonos bajo el amparo de Jesús y de María.
El Padre Juan José Riba, Asesor Nacional de la Campaña del Rosario en Argentina, destacó la importancia de la Jornada, realizada el mismo día en que da comienzo en Salta la novena al Señor del Milagro, devoción central de esa provincia.
Desarrollamos luego un taller sobre JOAO POZZOBON, DISCÍPULO Y MISIONERO, en el que participantes de las distintas provincias compartimos experiencias y dificultades.
Paralelamente, el Padre Juan José dirigió un taller para dirigentes de la Campaña.
Luego del almuerzo, un misionero de Santiago del Estero cantó una chacarera que compuso para la Mater, poniendo la nota de alegría y proyectamos un video sobre la vida de Joao Pozzobon, para encendernos en la misión. El Padre Riba se refirió a Joao y la tarea de ser discípulo misionero.
Posteriormente iniciamos la peregrinación, rezando el Santo Rosario, desde la escuela donde se había realizado la jornada hasta el Santuario, que nos saludaba rodeado de montañas y árboles.
Terminada la celebración de la Santa Misa, se realizó el acto de envío, con globos de distintos colores, que formaban un gran arco iris, representando a los distintos tipos de misioneros que peregrinan con la imagen de nuestra M. T. A.
Fue un día de muchas bendiciones y de vivir la gracia de reunirnos como hermanos de varias provincias que sienten la emoción de ser pequeños instrumentos de María, unidos en la misma misión: llevar a la Mater a las familias, enfermos, escuelas, embarazadas, y a todos aquellos que la necesiten, según las distintas modalidades.
La próxima Jornada se realizará en Santiago del Estero, el 18 de septiembre de 2010.
¡GRACIAS, QUERIDA MATER, POR REGALARNOS ESTE DÍA!
El Papa ve con buenos ojos la canonización del fundador de Schoenstatt

PK. La periodista Patricia Navas entrevistó al Padre Ángel L. Strada para la agencia de noticias española Veritas. El postulador de la causa de canonización de José Kentenich asegura que el Papa Benedicto XVI valora positivamente al fundador del movimiento apostólico de Schoenstatt, aunque no intervendrá en la tramitación del proceso.
El P. Angel Strada informa en esa entrevista sobre el actual estado del proceso y lo que esta todavía a hacer.
¿Cuál es el estado actual del proceso de canonización del fundador de Schoenstatt?
El proceso fue iniciado en la diócesis de Tréveris el 10 de febrero de 1975, siete años después de la muerte del Padre Kentenich. En el transcurso de estos treinta años se ha reunido gran cantidad de signos de la fama de santidad. Millares de personas, radicadas en 87 países de los cinco continentes, han certificado que recurren a su intercesión o se guían por su ejemplo de vida. Los numerosos escritos publicados fueron examinados por cuatro especialistas en teología, quienes han manifestado que en ellos no se encuentra nada contra el dogma y la moral de la Iglesia. Más de un centenar de testigos han prestado declaración ante el tribunal eclesiástico. Esto es de particular importancia, dado que el objetivo del proceso es la verificación de la heroicidad de vida y de virtudes del siervo de Dios. Los testigos son interrogados sobre los recuerdos y vivencias que tuvieron en el contacto directo, en muchos casos durante decenios, con el Padre Kentenich. Pueden manifestarse a favor o en contra, plantear sus interrogantes, presentar documentación, etc.
En los últimos años el trabajo se concentró en la recolección y evaluación de los escritos no publicados: cartas escritas por él o dirigidas a él, documentos personales, conferencias y retiros no editados, etc. Una comisión de peritos en historia de la Iglesia y en archivos ha sido la responsable de dirigir la tarea. La gran cantidad de estos escritos ha demandado mucho tiempo y energías. En más de 110 archivos eclesiásticos y civiles se requirió documentación. Tanto para los archivos como para los testigos se tomó en consideración los lugares donde el Padre Kentenich vivió o desarrolló su actividad pastoral: Alemania, Roma, Suiza, Estados Unidos, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, Sudáfrica. Una vez que la comisión de historiadores acabe su tarea, lo que está previsto para los próximos meses, faltarán muy pocos trámites para la finalización de la etapa diocesana del proceso. Seguirá después la etapa definitoria en Roma. Es imposible predecir cuándo llegará a su fin. Entre otros motivos porque se requiere un milagro para la beatificación. Y nadie puede "organizar" un milagro, sólo se puede implorarlo.
¿Cuáles son los principales obstáculos que están alargando el proceso?
Treinta años de duración no es necesariamente un tiempo demasiado largo para la causa de beatificación de un confesor. Las causas de los mártires, en general, demoran menos y no se les exige un milagro. No hay que utilizar como medida causas como las de la Madre Teresa de Calcuta o la de Mons. Escrivá de Balaguer, las que por diversos motivos demoraron relativamente pocos años. En el caso del Padre Kentenich ha influido su larga vida de 82 años, la enorme cantidad de documentación, su confrontación con el nacionalsocialismo y los casi cuatro años de prisión en el campo de concentración de Dachau, las dificultades que tuvo con su propia comunidad de los Padres Pallottinos, los catorce años de separación de su fundación impuestos por el entonces llamado Santo Oficio, las propuestas pastorales y teológicas que hizo anticipando el Concilio Vaticano II, etc. Muchos de estos temas han exigido una larga y exhaustiva investigación.
Hubo además dificultades en la tramitación del proceso mismo. Se lo inició cuando se encontraba vigente la antigua legislación, la cual cambió en 1983 y obligó virtualmente a un nuevo comienzo. La diócesis de Tréveris demoró varios años en nombrar sucesor del primer delegado episcopal, quien murió repentinamente. El sucesor sufrió diversas enfermedades, lo que le impidió una plena dedicación. Además hasta ahora no se ha producido ningún milagro por intercesión del Padre Kentenich. La apertura de un proceso de milagro normalmente influye para la aceleración del proceso de virtudes.
¿Cree que la nacionalidad alemana del Papa puede ayudar a agilizarlo?
Benedicto XVI conoce la personalidad y la obra del Padre Kentenich. De hecho, en el sur de Alemania donde él vivió su juventud, buena parte de su actividad docente y de su ministerio episcopal, el Movimiento de Schoenstatt cuenta con muchos adherentes en el clero y en el laicado. Una muestra de su positiva valoración es lo que escribió en octubre de 1989 prologando una novena dedicada al Padre Kentenich: "El Papa Juan Pablo II en su primera visita a Alemania, señaló al Padre Kentenich como un "insigne sacerdote en la historia reciente". De su vida, de su palabra y de su vida surge una luz radiante capaz de orientar en el camino. En su sarcófago está grabado el lema que lo guió, lo formó y con el que él modeló a muchos: "Dilexit ecclesiam" ("Amó a la Iglesia"). Quiera María, la Madre de la Iglesia por quien él siempre se dejó ayudar, protegernos y ampararnos. A través de su fiel servidor el Padre José Kentenich quiera abrir a muchos el camino del amor a la Iglesia para que un nuevo vigor y una nueva alegría de la fe inunden a nuestro pueblo y a nuestra tierra".
Pienso, sin embargo, que el Papa no intervendrá en la tramitación del proceso. Lo mejor es que el mismo se desarrolle de acuerdo a todas las exigencias de la ley canónica, sin ningún tipo de excepciones o de privilegios.
¿Cuál sería el beneficio para la Iglesia?
"Los santos, también los anónimos, son el mayor éxito de la Iglesia" ha dicho recientemente el Cardenal Lustiger. En efecto, ellos son la demostración clara de que los valores del Evangelio son realizables y no se reducen a una mera declaración de buenos principios o a ideales inalcanzables. Cristo anunció que su misión era darnos vida, y vida en abundancia. ¿Puede creerse en tal vida si en nadie y nunca se ha manifestado poderosa? En la vida de los santos se hace visible la fuerza transformadora de la gracia. Sus personalidades son muy diferentes, lo mismo que sus misiones particulares y sus contextos culturales. Pero tienen en común el seguimiento incondicional de Cristo. De muy diversas maneras nos abren accesos al evangelio y con su ejemplo nos impulsan a vivirlo. La Iglesia se beneficia cada vez que puede mostrar a alguien que refleja con transparencia el amor, la solidaridad, la veracidad, la bondad, la sencillez de Jesucristo. Ella no debe reducir su mensaje al anuncio de verdades de la fe o de normas de moral sino que sobre todo debe mostrar ejemplos convincentes de vidas conformes al evangelio. "La vida se enciende en la vida", afirmaba el Padre Kentenich. ¡Cuánto debemos a Pablo de Tarso, a Francisco de Asís, a Teresa de Ávila, a Ignacio de Loyola...! ¡Pero también cuánto debemos a testigos sencillos que con sus palabras y obras nos transmitieron la fe! Una iglesia sin los santos - los famosos y los anónimos - sería una Iglesia empobrecida. Por supuesto que es necesario evitar una "inflación de canonizaciones" y que la cantidad es algo secundario. Y sería de desear sobre todo la canonización de cristianos contemporáneos, en especial de laicos. En este sentido son de destacar el proceso del arquitecto español Antonio Gaudí, del político francés Robert Schuman, del ingeniero chileno Mario Hiriart, del padre de familia brasilero Joao Pozzobon.
¿Cuáles han sido las aportaciones originales del Padre Kentenich?
"Los santos son la respuesta de arriba a las preguntas de abajo", dijo alguna vez Hans Urs von Balthasar. Hoy tenemos muchas preguntas porque estamos inmersos en un tiempo de cambios acelerados, profundos, globales. Los aportes del Padre Kentenich son muchos, pero uno de ellos es precisamente la aceptación de los desafíos planteados por el mundo actual. "La mano en el pulso del tiempo, el oído en el corazón de Dios", así define su persona y su acción pastoral. No se refugió en la queja por los males actuales, no alimentó la nostalgia por tiempos pasados, no anunció futuros utópicos. Como fundador del Movimiento de Schoenstatt procuró educar para la libertad, para que cada persona tome conciencia de su originalidad y sea sujeto de su propia historia en apertura al Dios de la vida y en solidaridad con los demás. Por esto mismo denunció el peligro de la masificación. Y desde muy temprano se opuso al régimen de Hitler, lo cual le significó tres años y ocho meses de prisión en el campo de concentración de Dachau.
Otro aporte significativo consiste en la valoración de los vínculos humanos como caminos para llegar a un profundo vínculo con Dios. "El hombre más sobrenatural debe ser el más natural" proclamaba para alentar la vivencia de un cristianismo capaz de integrar lo humano y lo divino. Ya en 1920 predicaba que el santo de hoy es el santo de la vida diaria. La fe no es algo separado de la vida familiar, el trabajo, la amistad, las preocupaciones económicas, el arte y la política. Es preciso construir puentes entre la realidad cotidiana y la realidad sobrenatural. Capacitar para el encuentro con el Dios de la vida y de la historia fue la gran pasión del Padre Kentenich. Su propia experiencia y los largos años de acompañamiento espiritual de miles de hombres y mujeres lo llevaron a la creación de una pedagogía y de una espiritualidad aptas para el tiempo actual.
La figura de María ocupa un lugar destacado en las aportaciones del Padre Kentenich. Porque nadie como Ella ha dado ejemplo mayor de seguimiento de Cristo en medio de las circunstancias de la vida diaria, nadie entre los redimidos tuvo mayor apertura a los deseos del Padre Dios, nadie fue tan solidaria con sus semejantes. El encuentro con María es encuentro con los valores que hoy son necesarios para un testimonio cristiano creíble y auténtico. El Padre Kentenich estaba convencido – al igual que Juan Pablo II – de que María tiene la misión de imprimir los rasgos de Cristo en los corazones de los hombres y en las culturas de los pueblos. Por eso desde joven selló un pacto de amor con Ella y se puso a su entera disposición. María lo educó en el seguimiento de Cristo y se encargará de que sus aportaciones a la Iglesia sean fecundas.
Alianza de Peregrinos
Se llevó a cabo este fin de semana una nueva "Alianza de Peregrinos". Con gran alegría podemos decir que la familia de Schoenstatt de Tucumán sigue creciendo. Nuestra madre en Cristo nos ha regalado 73 hermanos que realizaron su alianza con ella. 
Círculo de Adoración de Schoenstatt en Tucumán

Alegría porque durante diez años de vida en Tucumán, de este Círculo de Adoración, se fue engalanando el corazón, acrecentado por la oración para irradiar vida y en todo nuestro entorno.
Gratitud por “… ser fermento en todas las Ramas y Acciones de la Familia, en la Iglesia y en el mundo. Recordando que cuanto más grandes son los desafíos de los tiempos, tanto más el auténtico apóstol siente la necesidad de ponerse de rodillas ante Dios”.-
En el año 1998 a pedido de la Hna María Trinidad, (de las Hermanas Adoratrices de Florencio Varela) me hago cargo del Círculo de Adoración en Tucumán. Hasta entonces, las personas que se habían contactado con las Hermanas de la Adoración, colaboraban en la distribución de los boletines que ellas editaban para nuestro crecimiento espiritual.
Cuando tomé esta hermosa misión, consideré que si la Mater me elegía, era para que hiciera otra tarea más que repartir las revistas; sobre todo, por que estábamos en tiempos de preparación para la bendición nuestro Santuario. Nuestra oración, como miembros del Círculo es el mayor aporte de Capital de Gracias, de manera que invité a los integrantes del mismo y extensivo a la Familia, a realizar en grupo, una adoración mensual; y para esto comenzamos el primer viernes de septiembre de 1998 en la Capilla del Buen Pastor.
Pasó el tiempo, y el día en que se ofrecieron los Capitales de Gracias de toda la Familia, como cimiento de nuestro Santuario, el Círculo estuvo presente con el símbolo de Dios Padre, producto de la bendición de la Iglesia de Dios Padre y como presencia viva del mismo ensamblado con nuestro Santuario Nacional con la siguiente oración: “…acepta también nuestra intensa vida de oración, y adoración eucarística que quieren transformarte en el apostolado más importante que nos pides realizar en el seno del Cuerpo Místico de Cristo…”
Diversas circunstancias me hicieron sentir la convicción de que existía un plan querido por Dios, que señalaban que esta adoración debía llevarla a cabo en el hogar de nuestra Madre: “El Santuario”, y allí comenzaron a partir de noviembre de 2002, los primeros sábados de cada mes nuestros ofrecimientos poniendo en las “manos buenas y generosas de María el aporte al Capital de Gracias: lo difícil de la vida diaria con sus sufrimientos y preocupaciones, las alegrías pequeñas y grandes”.-
Vaya mi recuerdo y sincero reconocimiento a quienes me acompañaron, formaron y fortalecieron en este fructífero apostolado: P. Guillermo Mario Cassone y P. Guillermo Carmona; Hna. Mónica Klein (fallecida 01-06-06), Hna. Marie Madeleine, Hna, María Trinidad, Hna. María José, Hna. Clara María, Hna. María Pilar, todos ellos fueron, y son, mi cayado, mi fortaleza y guía en este camino fecundo de acción apostólica: MUCHAS GRACIAS!!!
La Hna. Pilar, desde hace cinco años, nos acompaña ofreciéndonos su palabra en los Retiros Anuales con una riqueza y profundidad, que nos permite crecer y ahondar el amor a Jesús Sacramentado y a su Madre. GRACIAS HNA. PILAR!!!
Agradecida por la presencia de cada uno durante los primeros sábados y rogando por la incorporación de muchos más, tendiendo en cuenta que por la Alianza de Amor, Dios incorpora nuestro pequeño ofrecimiento para su glorioso Plan de Amor Salvífico, los saludo con todo cariño
Rosita C. de Cesarini
Queridos hermanos:
Queridos hermanos:
El próximo sábado, 6 de septiembre, nos reuniremos en el Santuario para celebrar ' los 10 primeros años'!!! del Círculo de Adoración. Gran Alegría!!!El P. Martín Aversano, celebrará la Santa Misa a las 17 hs.,y nos encantaría compartir este acontecimiento con la Familia.Los esperamos.Unidos en la oración, los saluda con todo cariño.
Rosita C. de Cesarini
CARTA DE SEPTIEMBRE DEL P.JUAN JOSÉ RIBA

QUERIDOS MISIONEROS DE LA VIRGEN PEREGRINA:
Nuevamente me siento para retomar nuestro contacto epistolar mensual. El año paulino es tan rico que queremos vivir de él. En ese sentido quisiera abrir nuevas perspectivas del amor a la Iglesia de Pablo y de Don Joao. Amar a Cristo es amar a la Iglesia que Él creo
En Damasco Pablo escucha: Saulo, Saulo, ¿porqué me persigues?. Yo respondí: ¿quién eres Señor? Y la voz me dijo: yo soy Jesús de Nazaret a quien tú persigues...” (Hech 9,4). Desde ese primer momento San Pablo se dio cuenta de la entrañable unidad entre Jesús y los suyos. ¡Perseguir a la Iglesia era perseguirlo a Él!. Así percibió que no se puede separar un único amor: el amor a Jesús y a sus seguidores, los cuales muy pronto serían llamados “cristianos”, esto es, de Cristo y formarían así la primera Iglesia. En un mundo que le gusta despedazar este único amor con afirmaciones como “yo amo a Cristo pero aborrezco a los curas o yo amo a Cristo pero no voy a la Iglesia” queremos vivirlo de una manera preclara y no separar con nuestra palabra ni con nuestra vida lo que Dios ató de una vez para siempre: Cristo y la Iglesia, los cuales forman un sólo cuerpo como afirma San Pablo.
Don Joao confiesa II que “cada día me uno en el espíritu de la Santa Iglesia y rezo por el Santo Padre el Papa, por los obispos y sacerdotes, para que yo también pueda realizar algo, abrir camino a los sacerdotes, llevar a Jesús a los corazones”. Para él pertenecer a la Iglesia era sencillamente rezar por ella y trabajar por ella. A esta luz deberíamos volver a colocar las 1000 Avemarías: convocamos a rezar en la parroquia a todos por todos.
Preguntémonos: ¿mi amor a Cristo y a la Iglesia es uno o está dividido? ¿la defiendo y lo enseño a los que Dios puso a mi cuidado? ¿rezo por la Iglesia y en la Iglesia?.
La mejor forma de amar a la Iglesia es poniéndose a su disposición
Cuantos cristianos tienen metido en el corazón y en la mente una imagen de Iglesia como shoping: voy a comprar cosas o a pretender servicios. Ellos (el cura párroco, los sacristanes, los catequistas, la secretaria, etc) deben servirme a mí, a mi familia pero por favor no me pidan que me comprometa en nada pues no tengo tiempo; además así es sencillamente más cómodo. Son cristianos que quizás no hacen mal a nadie pero son totalmente pasivos y cómodos.
¡Qué distinta la actitud de San Pablo cuando afirmaba que su mayor alegría era llevar el Evangelio a aquellos lugares adonde todavía no había llegado!.
Don Joao por su parte afirma: “Entrego mi mayor esfuerzo, unido al espíritu de la Santa Iglesia, para abrirle camino a los sacerdotes, andando junto a la Madre, preparando legitimaciones de casamiento, concentrando al pueblo en la Santa Iglesia, para que todos puedan escuchar la palabra del sacerdote, y encontrarse con Jesús sacramentado”. El se esforzaba por abrirle camino a la Iglesia, a los sacerdotes a través de la Peregrina, por reunir al pueblo sencillo en torno al Santuario o a la ermita, por acercarlos a Jesús Eucaristía. Así su amor unía, era activo, despertaba vida.
Preguntémonos: ¿es mi amor a la Iglesia activo o sencillamente pasivo, cómodo, quejoso? ¿me he ofrecido para algún servicio en la parroquia?.
Me sigo confiando a la oración de todos ustedes y les envío mi bendición sacerdotal.
P.JUAN JOSÉ RIBA
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