Carta de Cuaresma.

“No basta decirme: ¡Señor, Señor!, para entrar en el Reino; no, hay que poner por obra el designio del Padre”

CUARESMA 2011

A los miembros del Círculo de Adoración “Monte Sión”.

En el inicio de los Evangelios aparecen dos verbos que iluminan el sentido del tiempo litúrgico de la Cuaresma. Juan Bautista clamará, “¡enmienden su conducta!”; Jesús comienza su vida pública alentando a la “conversión”. Enmendar la vida es convertir la vida en más. La Buena Noticia es una oferta de vida y por eso un aliento a vivir. ¿Cómo interpretar el verbo enmendar? Gramaticalmente es corregir, quitar defectos. Convertirse, en la perspectiva evangélica, significa girar, cambiar de camino.

En la perspectiva de los últimos documentos de la Iglesia, se trata de la condición de discípulo que le fue ofrecida a todo bautizado. La enmienda como la conversión no es una gimnasia volitiva o intelectual, es un modo de vivir. Es vivir según Jesús. Independiente de la situación en que se halle quien ha sido bautizado, la enmienda y la conversión son necesarias. Si lo propio del discípulo es vivir la identificación con el Maestro, enmendar la vida es corregir o superar lo que nos aleja de Jesús. Convertirse es el esfuerzo sincero por identificar la propia vida con la de Jesús y lo que Él nos propone es vivir a su modo, vivir en plenitud. ¿Cómo entender esta novedad en nuestro hoy? Les contaré una experiencia.

En estas semanas están viviendo en la casa Regional de mi Comunidad, cuatro sacerdotes nigerianos. Todos ellos han presidido algunas de nuestras celebraciones eucarísticas. Rezando y celebrando con ellos he aprendido o afirmado realidades valiosas. En primer lugar el tiempo. A Dios hay que darle tiempo, y cuando celebran la Misa entre ellos cuatro, ocupan más de una hora. Luego el canto. Si la Misa es una fiesta, ¿por qué no cantar la vida y a la vida que Jesús nos ofrece? Estos hermanos cantan, cantan todo. Unen espontánea y sencillamente cuerpo y espíritu. Levantan sus brazos, juntan sus manos, mueven sus cuerpos al son de sus cantos. ¡Todo el hombre alaba a Dios! No hay separación entre cuerpo y espíritu, no hay posturas rígidas. ¿Cómo va a ser rígida la vida si fluye como “agua viva”. La sonrisa ilumina sus rostros, es como si se transfiguraran.

Enmendarse y convertirse hoy es aprender a vivir la fe de discípulos de manera libre y plena, en un mundo difícil y por eso mismo desafiante. Estos hermanos míos en el sacerdocio y en los ideales, me han enseñado mucho, me han dado lecciones de vida. Vivir en África no es fácil. Nigeria tiene problemas comunes a muchos países, pero tiene el plus de la violencia étnica y religiosa. Pero no son cristianos tristes, no dejan de celebrar, no los paralizan los miedos.

San Ignacio de Antioquía escribió que “la gloria de Dios es un hombre viviente”, no sobrevivientes entristecidos. El “soplo”, el “hálito” que Dios insufló a Adán y Eva es un don y un mandato de vida. A la mujer la llamó “madre de los vivientes”. Todo lo que Dios hizo y hace es vida. El relato de la Creación es un canto a la vida. ¡Dios llamando todo a la vida! Posiblemente hoy entre las categorías teológicas más importantes, la categoría “vida” es de inmensa actualidad. La vida es un don y hay que asumirlo como un tesoro a acrecentar.

Sin embargo cuando decimos vida, también sabemos de lo opuesto: la muerte. Hay muertes “buenas y malas”. Sin duda que la más notable es la del cuerpo. Pero no es la única muerte, hay otras “muertes”. San Pablo habla de “morir al pecado para vivir en Dios”. Es un morir bueno, porque fructifica en más y mejor vida. El mismo Apóstol afirma que “quien no ama es una nada”, amar es vivir, el desamor es morir a lo más propio y noble del hombre.

El final de la Cuaresma es la celebración de la Pascua. La Pascua es la gran fiesta de la Vida. La Vida por excelencia, la Vida de Dios y en Dios. Pero antes de la celebración Pascual, la Iglesia celebra la muerte del Señor. Sí, la Iglesia celebra la muerte, la de su Señor. La celebra porque es un “paso” a la Vida. No celebraríamos la muerte si no fuera porque es el camino a la gloria.

El final es la Vida y la Gloria, pero antes hay que aprender a morir a todo lo que no es bueno para nosotros. Lo primero ha de ser morir a todo desamor, porque el amor desfigura, nos hace anodinos e, incluso, dañinos. Morir a la tristeza como falta de esperanza. La esperanza no se afirma en el hombre sino en Dios. “Dios es mi esperanza”, canta el Salmista. Morir a todo lo que nos daña y empobrece. En la carta a los Gálatas San Pablo hace una lista de las “muertes necesarias” a la que llama “deseos rastreros” y “bajos instintos”:. Enumera: “lujuria, inmoralidad, libertinaje, idolatría,…discordias, rivalidad, arrebatos de ira, egoísmos, partidismos,… envidias…” Y luego agrega que el sentido de este morir es para vivir según el Espíritu de Jesús. Vivir es: amor, alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí…”, y concluye afirmando: “Los que son de Cristo han crucificado sus bajos instintos”.

Enmendarse y convertirse es la decisión por una persona: Jesucristo. Es querer vivir con y como Él. San Pablo lo dice así: “vivo, más no yo, es Cristo quien vive en mí. Mi vivir es Cristo”. El texto evangélico que abre esta circular, hace referencia a “poner en obra el designio del Padre”. Este designio se nos ha manifestado en Cristo. La vida de Jesús, su hacer y decir, es “el designio del Padre”. Es la Vida nueva que nos ofrece en la Pascua. Por eso, las palabras de San Ignacio de Antioquía se pueden complementar así: “La gloria de Dios es un hombre viviente, la gloria del hombre es vivir en Dios”. La Pascua nos ofrece la vida divina, una vida que ha de transformar el espíritu y el cuerpo del hombre. Jesús perdonaba (sanaba) las culpas de los hombres, curaba las enfermedades de los cuerpos, se sentaba a la mesa de los hombres y comía y bebía. En Jesús es Dios que se acerca al hombre viviendo su vida, para el hombre fuera más hombre, más ser viviente.

Este “modo” de vivir en Cristo, se realizó plenamente en María. El Padre Kentenich lo describe así en una de las oraciones de Dachau: “Entonces nuestra vida será un del ser y caminar de Cristo en la tierra; con Él cruzaremos el mundo fuertes y bondadosos, como vivas imágenes de María, como fuente de bendición”

Un cordial saludo a todos y el deseo de una Cuaresma santa, para vivir fecundamente el triduo Pascual. Que Dios les muestre su rostro y les bendiga desde Sión:

P. Alberto E. Eronti

No hay comentarios: