Queridos socios del Centro Pedagógico José Kentenich:
Estamos en medio del Mundial… El tema nos invade el día a día, nuestras conversaciones hogareñas o de café. Los medios de comunicación han azuzado su creatividad para tenernos entretenidos desde la mañana hasta la noche y, lógicamente, nosotros no nos resistimos. No hay discriminación de ricos y pobres, de mujeres y varones, de niños, jóvenes o adultos. Todos estamos con la Argentina : la celeste y blanca luce en las remeras, vidrieras, micros y balcones. Es la pasión y la fascinación del Mundial.
Quisiera compartir con ustedes, amigos y pedagogos, algunas de las ideas que fueron surgiendo mientras veía avanzar nuestra selección, en medio de la euforia que ésta ha despertado.
El Mundial es, utilizando el concepto del Padre Kentenich, un “signo de los tiempos”. Es decir, además de ser un gran acontecimiento, nos puede dejar una enseñanza. ¿Qué podemos aprender de él?
Leí que el Ministerio de Educación, junto con Radio y TV Argentina y el Canal Encuentro, presentaron un DVD interactivo con el sugerente título: “Aprender con el Mundial”. Aún no he tenido oportunidad de acceder a este material. Imagino que se trata de aportes para que los docentes puedan dialogar con los alumnos en el aula y lo aprovechen para su materia curricular. Hay, además, una revista publicada por la escuela de periodismo “Gol de pizarrón”, donde en 64 páginas se informa sobre los 32 países que compiten en Sudáfrica.
El Mundial nos acerca, por ejemplo, la cultura, política, economía y vida social de Sudáfrica. ¿Qué sabían ustedes, queridos amigos, sobre Sudáfrica, antes del Mundial? Yo he tenido oportunidad de estar un mes en ese país, admirar la belleza de Ciudad del Cabo (para mí, una de las más bellas del mundo), el poderío económico de Johannesburgo, los maravillosos colores de la naturaleza y la flor nacional de ese país, la “protea”.
Sudáfrica es un país con una historia difícil, que podría titularse: “Un camino hacia la libertad, la dignidad, la igualdad y el respeto”. Muchos de ustedes habrán visto la excelente película sobre Nelson Mandela, “Invictus”. Todo habla de un gran desafío: la integración. Hay que hacer de la nación, una “patria para todos”. En mi viaje a Sudáfrica, en 1981, pude percibir la tragedia del Apartheid, esta segregación racial y de organización territorial aplicada de forma sistemática hasta 1990. Nosotros, argentinos, también podemos aprender de esa historia de verdadera libertad y de un líder desinteresado y carismático, que busca el bien de todos y no de su “raza” política o de sus propios intereses.
El mundial nos enciende, además, otras luces pedagógicas. Por ejemplo, la necesidad de abrirnos como persona, grupo o país, a otras culturas. Vivimos en la era de la globalización; todo el mundo se ha convertido, en la conocida expresión de Luhan, en “La aldea global”. Esto nos lleva a asumir el compromiso por lo propio y dejarnos enriquecer por lo ajeno. En categorías kentenijianas, se trata de cuidar la identidad y valorar la alteridad. Sin propia idiosincrasia no hay crecimiento ni autonomía; sin alteridad, no hay respeto ni enriquecimiento. Todo es enfermizo.
La percepción de lo diferente nos lleva a ser responsables por cada parte, como también la parte debe ser responsable por el todo y viceversa. Es el concepto de solidaridad y subsidiaridad, tan propias de la Doctrina Social de la Iglesia y tan trabajadas por el Padre Kentenich.
Sociabilizar, integrar y perfilar son, por tanto, principios pedagógicos por excelencia. Si el Mundial nos ayuda a crecer en ellos, ¡bienvenido sea!
Sin duda que el Mundial tiene también -como todo signo de los tiempos- sus peligros y sombras: el ausentismo y la dispersión, la enajenación en el trabajo por lo mítico y el sentimiento popular. Pero de esto también se puede sacar una enseñanza: hay que saber estar presente; dar una clase por ejemplo, aún cuando la atención no esté al máximo o las interferencias sean muchas. Estos días estuve dictando un curso pedagógico de una semana a jóvenes adultos. ¡Hermoso desafío en medio del Mundial! No sé si salí airoso, pero me sirvió para esforzarme y darme cuenta que es mucho lo que se puede hacer, aún cuando tengamos que remar con viento en contra. El educador debe sembrar la semilla tanto en tiempos aptos, como en desfavorables.
Mientras esperamos los desenlaces futuros, seguimos trabajando en el día a día. Quizás debemos sumarnos a la oración y a la señal de la cruz de muchos futbolistas. Así lo vimos estos días en la pantalla… Qué le vamos a hacer, “la necesidad tiene cara de hereje”. Todo sirve para el fin.
Agradeciéndoles a todos su generosa colaboración les envío un cordial saludo.
P. Guillermo Carmona
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