Carta de alianza - Noviembre 2011



18 de noviembre de 2011

Queridos hermanos en la Alianza:

Hace diez días nos sacudió la noticia del derrumbe de un bloque del edificio en la calle B. Mitre 1232 en la ciudad de Buenos Aires, con el gran dolor del fallecimiento de una persona y el desconsuelo de la gente que perdió su techo, su hogar y las cosas que hacen a toda una vida. “Las fotos, los documentos, algo de dinero, quizá algunas joyas heredadas, recuerdos de viajes, regalos, CD, libros. Los vecinos de Bartolomé Mitre 1232 salvaron sus vidas, pero perdieron sus “cosas”, las que tienen que ver también con la construcción de sus historias de vida. Juan teme por su biblioteca de 3.000 libros; Rosalía por sus herramientas de orfebre; Elsa lamenta haber perdido un baúl lleno de regalos para sus nietas” (Diario Clarín, 6/11/2011).

Dolorosamente son muchas las situaciones en las que los hombres pierden su hogar: por el terremoto en Chile, por el tsunami en Japón, por los bombardeos en Libia. En estos días muchos están perdiendo su hogar por la crisis económica europea. Incontables son los que viven en las calles o bajo los puentes de nuestras ciudades, abrigándose con diarios y tapándose con cartones, porque lo han perdido todo, o porque nunca tuvieron nada.

¿Pero qué decir entonces de los millones que viven “sin techo” porque fueron “desalojados” de un corazón, porque les quitaron el cobijo de un abrazo, porque nunca conocieron la seguridad que da el “te quiero” de un padre, porque no experimentaron jamás la dulce tibieza de la ternura materna? Desterrados, desalojados, huérfanos y sin hogar espiritual se sienten millones de hombres y mujeres en nuestros días. De ahí podemos entender muchas neurosis, depresiones y profundas tristezas, el sinsentido de la vida y las múltiples formas de violencia en muchas personas. El P. Kentenich ilustraba esta tragedia de nuestro tiempo con las palabras de F. Nietzsche: "Los cuervos graznan y se precipitan en vuelo hacia la ciudad. Pronto nevará. ¡Ay de aquel que no tenga un hogar!”. Por eso el P. Kentenich afirmaba:"Toda la cultura occidental actual va camino al desarraigo multiforme, con ello está, de alguna forma, en camino al infierno terrenal y no en camino al cielo. El desarraigo debe ser superado con la conquista del hogar, del terruño, del amor de hogar" (P. Kentenich, “Que surja el hombre nuevo” pg. 170).

Como respuesta al desarraigo y orfandad de los tiempos, Dios, que está atento a las necesidades de sus hijos, regala a los hombres, siempre de nuevo, posibilidades de hogar, arraigo y pertenencia. Esa es la experiencia de los innumerables peregrinos que se acercan al Santuario de Nuestra Señora de Schoenstatt. Hace varios años un joven argentino me contó que, viajando como mochilero por Europa, estaba en Austria y se enteró que allí, a las afueras de Viena, había un Santuario de la Mater. Después de tanto viajar y “dar vueltas” quería un momento de tranquilidad para visitarla y estar con Ella. Preguntó cómo ir, tomó el micro, y llegó. No conocía a nadie de los que allí estaban, pero al entrar en el Santuario y ver la imagen de la Mater, su madrecita, ya no era un viajero; se sintiónuevamente en casa, en su hogar.

En el año 1945, al final de una guerra mundial que había destrozado millones de vidas, el P. Kentenich decía: “Recordemos los primeros tiempos en la historia de nuestra Familia. ¿Qué encontramos? Que nuestra generación fundadora (de jóvenes), en cualquier frente de batalla donde estuviera diseminada, estaba permanentemente girando con su corazón, con su inteligencia y con su imaginación en torno al Santuario. Este pequeño Santuario era el hogar de reposo de su corazón. Este era su hogar, su patria, aún cuando allá lejos no tuviesen hogar y debiesen marchar… ¿No es acaso la misma experiencia que hemos tenido nosotros en los últimos años? Separados exteriormente, incluso lanzados y perseguidos de un lugar a otro, teníamos sin embargo un lugar de reposo para el corazón en nuestro pequeño Santuario”.

Pero hay algo más que hace que el Santuario sea ese lugar de pertenencia. El P. Alberto Eronti dice: “Lo que hace de un lugar algo único e incomparable no es el lugar en sí, por bello que sea, sino la vivencia interior y la presencia de alguien amado” (“El cobijamiento interior”, pgs. 11-12). Se trata de la presencia de Dios y de la Mater en el Santuario y la vivencia de encuentro profundo y personal. Pero para que se dé esa experiencia debe haber personas como “puentes” que nos vinculen con Dios, que nos “abran” el Santuario, que nos “arraiguen. Los jóvenes del 18 de octubre de 1914 pudieron arraigarse en el Santuario y en el corazón de María porque antes habían encontrado arraigo y hogar en el corazón del P. Kentenich, que los contuvo como padre y los condujo a Ella: “Me pongo por lo tanto enteramente a su disposición, con todo lo que soy y lo que tengo, con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, sobre todo, les pertenece mi corazón” (P. Kentenich, Documentos de Schoenstatt, pág. 17)

Queridos hermanos, camino al gran Jubileo del 2014, este año queremos centrarnos en el don que nos ha hecho el Señor con el Santuario (ermitas, santuarios hogar y santuarios del corazón). Es el año del Santuario. ¡La Virgen nos regala hogar en su corazón, en sus Santuarios y en las ermitas! Y también quiere hacerlo desde nuestros propios corazones, como Santuarios vivos llenos de su amor. La Mater quiere un Santuario abierto que sea hogar para todos: que mi corazón también esté abierto y sea hogar para todos; María quiereamar y servir a sus hijos desde el Santuario: que yo también sirva, con un corazón dialogante, con tiempo para el encuentro, con una mano abierta y solidaria, dispuesta al perdón, a la reconciliación para renovar la vida. María quiere encontrarse y sellar Alianza de Amor con sus hijos en el Santuario: que yo sea factor de encuentro y vínculos, que sea una Alianza viva. Este espíritu lo expresamos en el lema que nos guiará en el 2012:

¡SANTUARIO VIVO, HOGAR PARA EL MUNDO!

En este mes de María y recordando el cumpleaños de nuestro Padre Fundador, reciban desde el Santuario un cordial saludo y bendición.

¡Feliz día de Alianza!

P. Javier Arteaga

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