HOMILÍA DE MONS. LUIS H. VILLALBA, ARZOBISPO DE TUCUMÁN, EN LA FIESTA MARIANA ARQUIDIOCESANA



18 de agosto de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
1. A todos mi saludo cordial. Hoy la Iglesia de Tucumán está de fiesta. Con inmensa alegría nos encontramos para participar de esta Fiesta Mariana.
Hemos llegado desde todas las comunidades: parroquias, capillas, escuelas, movimientos, instituciones, para celebrar a la Santísima Virgen. Hemos traído imágenes de diversas advocaciones con las que el pueblo cristiano honra a la Madre del Señor. Hemos convertido este lugar en un gran santuario mariano.
María es nuestra madre. Al pie de la cruz, Jesús nos dijo a cada uno de nosotros: “Aquí tienes a tu madre” (Jn. 19,27).
María es nuestra madre pues cooperó a nuestro nacimiento a la vida sobrenatural de hijos de Dios.
María es nuestra madre pues desde el cielo sigue cuidando de nosotros que peregrinamos en la tierra. Su gran preocupación es que el Evangelio penetre en nuestras vidas para configurarnos cada vez más a Cristo.
Pero, a la vez, María es el modelo del perfecto cristiano.
2. La Virgen María es modelo del cristiano
María es la discípula más perfecta del Señor y María es la gran misionera y formadora de misioneros.
San Agustín dice: “Ciertamente cumplió Santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo” (Sermo 25).
El documento de Aparecida ha querido remarcar que todos somos discípulos y misioneros de Jesucristo. Entonces debemos levantar los ojos hacia María para aprender a ser discípulos y misioneros.
La Virgen María es para nosotros modelo de Fe
· María es la Virgen oyente que acoge con fe la Palabra de Dios: “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1,45).
En efecto, en la anunciación María se ha abandonado a Dios con todo su ser: “Que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc. 1,38). María ha pronunciado ese sí por medio de la fe. Por medio de la fe se confió a Dios sin reservas y se consagró a la persona y obra de su Hijo.
· María es la Virgen que, en silencio, medita con fe las palabras y las acciones de Jesús. Después de la visita de los pastores al Niño, en Belén, el Evangelista dice: “Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc. 2,19).
El Concilio Vaticano II afirma que María fue avanzando en la peregrinación de la fe (cf. LG 58). María no comprendió inmediatamente todo, sino que a medida que transcurría el tiempo fue comprendiendo qué significaba haber dicho que sí a Dios.
También nosotros caminamos en la oscuridad de la fe. La fe crece, la fe se hace más madura, más luminosa.
La Virgen María es para nosotros modelo de obediencia a la voluntad
· María dice Sí en Nazaret: «Yo soy la servidora del Señor” (Lc. 1,38).
· María dice Sí al pie de la cruz: “Junto a la cruz de Jesús estaba su madre” (Jn. 19,25).
· María dice Sí en Pentecostés cuando nace la Iglesia: “Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hech. 1,14).
María es la Virgen obediente: “Hágase en mí según tu palabra”. Y para todo cristiano, el sí de María es una lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en camino y medio de santificación propia.
La Virgen María es para nosotros modelo de humildad
· En el Magníficat dice: “Porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora” (Lc. 1,48).
La Virgen María es para nosotros modelo de caridad solícita
· María, movida por la caridad, se dirige a la casa de su pariente Isabel.
· María en Caná se preocupa por las necesidades de los esposos.
La Virgen María es para nosotros modelo de piedad para cumplir los deberes religiosos
·La presentación de Jesús en el Templo: “Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley” (Lc. 2, 22-23).
·El cumplimiento de la Pascua: “Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua” (Lc. 2,41).
La Virgen María es para nosotros modelo de agradecimiento por los bienes recibidos
·En el Magnificat María dijo: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador” (Lc. 1,46-47).
La Virgen es para nosotros modelo de fortaleza en el destierro
·En el exilio de Jesús en Egipto: “Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Mt. 2,13).
La Virgen María es para nosotros modelo de pureza virginal
· Leemos en el Evangelio de San Mateo: “Este es el origen de Jesucristo: María, su Madre, estaba comprometida con José, y cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo” (Mt. 1,18).
La Virgen María es para nosotros modelo de misionera
Tal como hemos escuchamos en el Evangelio de San Lucas, María, que acababa de recibir la visita del ángel, se puso prontamente en camino porque la Palabra se había hecho carne en sus entrañas virginales. María no podía quedarse con el Dios que acababa de encarnarse en ella, no podía guardar la Buena Noticia que había recibido del ángel: tenía que llevarla enseguida en actitud de servicio integral a su prima Isabel y al niño que Isabel esperaba.
No se puede separar de la actitud de servicio material, que María va a cumplir ayudando a Isabel, del servicio de comunicar la alegría de la salvación: “Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno”, dice Isabel (Lc. 1,44)-
La Virgen que acoge la Palabra comunica el gozo, la fecundidad de la Palabra.
María se pone en camino, se hace misionera.
Sólo el discípulo que ha acogido la Palabra y la ha meditado en su corazón puede ponerse en camino. Sólo podemos ponernos en camino, ser misioneros cuando hemos recibido a Jesús y lo llevamos en nuestro interior. Entonces somos, verdaderamente, misioneros.
3. La Virgen María es modelo del discípulo misionero
La Virgen nos ofrece a todos el modelo perfecto del discípulo misionero del Señor para ser artífice de la ciudad terrena y temporal, pero peregrino hacia la patria celeste y eterna; promotor de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que socorre al necesitado, pero sobre todo testigo activo del amor que edifica a Cristo en los corazones.
En una sociedad en donde se van perdiendo los valores, tenemos que transformar la realidad que nos toca vivir con la novedad del Evangelio. Para ello necesitamos ser verdaderamente discípulos misioneros de Jesús para que nuestro pueblo tenga vida en Él, para poder proponer, en términos convincentes al hombre de hoy, el mensaje de la salvación.
Hoy, en esta Fiesta Mariana, debemos escuchar a Jesús que nos dice a cada uno de nosotros:
“Aquí tienes a tu madre” (Jn. 19,27).
Una sola cosa es necesaria hoy: llevarla a nuestra casa: “Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa” (Jn. 19,27).
Ese discípulo somos cada uno de nosotros.
Llevarla a casa es llevarla a nuestro corazón, a nuestra vida cargada de ilusiones, de esperanzas, de proyectos y también de preocupaciones y sufrimientos.
Llevarla a casa es llevarla a nuestra familia. Llevarla a casa es llevarla a nuestro lugar de trabajo.
Llevarla a casa es llevarla a nuestra comunidad eclesial, al grupo que pertenecemos y en donde trabajamos apostólicamente. Llevarla a casa es llevarla a la sociedad, a nuestro pueblo lleno de problemas y sufrimientos pero profundamente mariano.
Con gozo, constatamos que María se ha hecho parte del caminar de nuestro pueblo. Las diversas advocaciones con que la honramos testimonian la presencia cercana de María a la gente.
El Papa en Aparecida nos dijo: “Permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro del corazón las luces que ella, les envía desde el cielo”.
4. María ayúdanos a vivir como discípulos misioneros de Jesús.
Tú que dijiste sí en la Encarnación, ayúdanos a decir que sí al Señor y ayúdanos a vivir la fecundidad de nuestra respuesta.
Tú que llevaste al Salvador a las montañas de Judá, ayúdanos a llevar a Jesús a nuestro pueblo y a vivir la alegría de la misión apostólica.
Bendice a nuestra Arquidiócesis: santifica a los sacerdotes y seminaristas, a los consagrados y consagradas, a los laicos.
Socorre a los pobres, a los enfermos, a los que sufren.
Aumenta nuestra alegría, ilumina nuestra esperanza, danos la paz.
Amén.
Nuestro Movimiento se hizo presente en la "Fiesta Mariana"

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