Síón del Padre, 29 de junio de 2008 en la fiesta de San Pedro y San Pablo
QUERIDOS MISIONEROS DE LA VIRGEN PEREGRINA :
Hoy día comienza el “año paulino” convocado por el Papa para recordar a San Pablo y renovarnos en su espíritu. ¡Qué mejor oportunidad para verlo en unión a Don Joao!.
San Pablo discípulo de la primera hora y Don Joao discípulo del siglo XX
San Pablo confiesa lo siguiente: “en el camino al acercarme a Damasco, una intensa luz que venía del cielo brilló a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿porqué me persigues?.. Yo respondí: ¿quién eres Señor? Y la voz me dijo: yo soy Jesús de Nazaret a quien tú persigues...yo le pregunté ¿qué debo hacer, Señor?. Él me dijo: levántate y ve a Damasco...” (Hech 22, 8-10). Don Joao afirma por su parte: “A los cuarenta y seis años, la Madre me llamó para su Santuario y fui donde descubrí mi vocación. Por el Santuario, en una gran caminata, desde su fundación”.
Tanto San Pablo como Don Joao fueron llamados por su nombre en un momento de su vida; uno a las puertas de Damasco, otro en el Santuario. Ambos dieron un sí generoso y de ese modo comenzó su vida de discípulo y seguidor de Cristo. Nosotros también hemos sido llamados. Queremos retornar siempre a ese llamado, a ese primer amor, cuidarlo y aprender a vivir de él..
Preguntémonos: ¿recuerdo cuándo la Peregrina me escogió para su Campaña? ¿he sido fiel a ese llamado? ¿qué lo aviva y qué lo debilita?
San Pablo misionero de la Iglesia primitiva, Don Joao misionero de la Iglesia del siglo XX
San Pablo confiesa: “¿Son ministros de Cristo?...yo lo soy más que ellos. Mucho más por los trabajos, mucho más por la veces que estuve prisionero...Con frecuencia estuve al borde de la muerte...tres veces fue flagelados, una vez fui apedreado, tres veces naufragué y pasé un día y una noche en medio del mar...pasé peligros en los ríos, peligro de asaltantes, peligro de ladrones...peligros en la ciudad, peligros en lugares despoblados...y dejando de lado otras cosas, está mi preocupación cotidiana; el cuidado de todas las iglesias” (“ Cor 11, 23-28). Su profundo amor a Cristo lo hizo ir de un lado a otro del mundo conocido en aquel entonces para proclamar aquello que nadie había visto ni oído (cfr 1 Cor, 2,9): Jesús muerto y resucitado es el Salvador esperado.
Don Joao, por su parte nos dice: “Por amor, junto a la santa imagen milagrosa de la Madre y Reina, en peregrinación, Joao ocupa dos mil cuatrocientos cincuenta lechos diferentes, en la sombra de la noche, para restablecer sus fuerzas. ¿Y cuál de ellos fue el mejor? Era aquel cuando apoyaba su cuerpo sobre el suelo de la tierra, entre los lirios del campo y en los bosques, sintiendo las curvas de la tierra y se dormía recibiendo la vista de los bichitos con su función de picar, era como un ¡aló!, es hora de despertar para seguir andando”. Su profundo amor a la Peregrina no lo dejó extasiado o paralizado sino que se puso en camino. Gastó su vida por Ella como un misionero de nuestro tiempo. Su amor afectivo se hizo efectivo en su tarea de evangelizador laico.
Preguntémonos: ¿gasto mi vida por la Peregrina llevándola a tantos hombres que la esperan?.
Que este año paulino sea un fuerte impulso a ser más discípulos y misioneros como lo fue Don Joao. Este será nuestro mejor aporte a esta nueva Argentina que surge entre grandes dolores de parto.
P.JUAN JOSÉ RIBA
QUERIDOS MISIONEROS DE LA VIRGEN PEREGRINA :
Hoy día comienza el “año paulino” convocado por el Papa para recordar a San Pablo y renovarnos en su espíritu. ¡Qué mejor oportunidad para verlo en unión a Don Joao!.
San Pablo discípulo de la primera hora y Don Joao discípulo del siglo XX
San Pablo confiesa lo siguiente: “en el camino al acercarme a Damasco, una intensa luz que venía del cielo brilló a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿porqué me persigues?.. Yo respondí: ¿quién eres Señor? Y la voz me dijo: yo soy Jesús de Nazaret a quien tú persigues...yo le pregunté ¿qué debo hacer, Señor?. Él me dijo: levántate y ve a Damasco...” (Hech 22, 8-10). Don Joao afirma por su parte: “A los cuarenta y seis años, la Madre me llamó para su Santuario y fui donde descubrí mi vocación. Por el Santuario, en una gran caminata, desde su fundación”.
Tanto San Pablo como Don Joao fueron llamados por su nombre en un momento de su vida; uno a las puertas de Damasco, otro en el Santuario. Ambos dieron un sí generoso y de ese modo comenzó su vida de discípulo y seguidor de Cristo. Nosotros también hemos sido llamados. Queremos retornar siempre a ese llamado, a ese primer amor, cuidarlo y aprender a vivir de él..
Preguntémonos: ¿recuerdo cuándo la Peregrina me escogió para su Campaña? ¿he sido fiel a ese llamado? ¿qué lo aviva y qué lo debilita?
San Pablo misionero de la Iglesia primitiva, Don Joao misionero de la Iglesia del siglo XX
San Pablo confiesa: “¿Son ministros de Cristo?...yo lo soy más que ellos. Mucho más por los trabajos, mucho más por la veces que estuve prisionero...Con frecuencia estuve al borde de la muerte...tres veces fue flagelados, una vez fui apedreado, tres veces naufragué y pasé un día y una noche en medio del mar...pasé peligros en los ríos, peligro de asaltantes, peligro de ladrones...peligros en la ciudad, peligros en lugares despoblados...y dejando de lado otras cosas, está mi preocupación cotidiana; el cuidado de todas las iglesias” (“ Cor 11, 23-28). Su profundo amor a Cristo lo hizo ir de un lado a otro del mundo conocido en aquel entonces para proclamar aquello que nadie había visto ni oído (cfr 1 Cor, 2,9): Jesús muerto y resucitado es el Salvador esperado.
Don Joao, por su parte nos dice: “Por amor, junto a la santa imagen milagrosa de la Madre y Reina, en peregrinación, Joao ocupa dos mil cuatrocientos cincuenta lechos diferentes, en la sombra de la noche, para restablecer sus fuerzas. ¿Y cuál de ellos fue el mejor? Era aquel cuando apoyaba su cuerpo sobre el suelo de la tierra, entre los lirios del campo y en los bosques, sintiendo las curvas de la tierra y se dormía recibiendo la vista de los bichitos con su función de picar, era como un ¡aló!, es hora de despertar para seguir andando”. Su profundo amor a la Peregrina no lo dejó extasiado o paralizado sino que se puso en camino. Gastó su vida por Ella como un misionero de nuestro tiempo. Su amor afectivo se hizo efectivo en su tarea de evangelizador laico.
Preguntémonos: ¿gasto mi vida por la Peregrina llevándola a tantos hombres que la esperan?.
Que este año paulino sea un fuerte impulso a ser más discípulos y misioneros como lo fue Don Joao. Este será nuestro mejor aporte a esta nueva Argentina que surge entre grandes dolores de parto.
P.JUAN JOSÉ RIBA
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