HOMILÍA DE MONSEÑOR ZECCA


La Pascua: celebración del triunfo de la Vida sobre la muerte
Monseñor Alfredo Zecca, arzobispo de Tucumán

La Pascua, que corona el Triduo Pascual iniciado el Jueves Santo, constituye la solemne y exultante proclamación del triunfo de la Vida sobre la muerte. Después del Viernes Santo dominado por la contemplación de la Pasión y Muerte del Señor, y luego del gran silencio y soledad que se ciernen el Sábado Santo sobre la Tierra "porque el Dios hecho hombre ha muerto" y ha descendido a la región de los muertos para rescatar de allí a Adán diciéndole "mi sueño te sacará del sueño de la muerte" (de una antigua Homilía sobre el santo y grandioso sábado), la liturgia de la Vigilia Pascual en el Pregón canta con gozo desbordante: "esta es la noche en la que Cristo rompió las ataduras de la muerte y surgió victorioso de los abismos".


Pascua significa paso. Precisamente paso de la muerte a la Vida. Jesucristo, con su triunfo, nos abre el camino a una vida plena y nos invita a compartirla brindando, como expresa bellamente el Santo Padre Benedicto XVI, "un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva". Cristo es "el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida" (Prefacio de Pascua I).

Todo es alegría, alabanza, acción de gracias a Dios porque, en Cristo, recupera el hombre su esperanza, dignidad y grandeza. La Vida triunfa definitivamente sobre la muerte.

Esta alegría se ve ensombrecida, sin embargo, porque en Argentina la Suprema Corte de Justicia ha producido un penoso fallo que, interpretando de modo laxista el antiguo Artículo 86 del Código Penal, ha afirmado la no penalización del aborto en caso de violación. No soy jurista y, por lo mismo, dejo a los especialistas la crítica de sus fundamentos. Pero salta a la vista de cualquiera su contradicción: se reconoce la existencia de vida desde la concepción para, luego, declarar que la vida no es un valor absoluto. La vida fruto de una violación puede ser impunemente eliminada mientras que la que no es fruto de una tan lamentable situación queda preservada. ¿No se trata acaso de una flagrante contradicción y discriminación? Además, la corte que no castigaría con pena de muerte al violador castiga con un crimen al fruto de una violación. ¿Qué clase de justicia es esta?

Lo que resulta aún más grave es que este fallo esté abiertamente contra la Constitución Nacional que, en el artículo 75 inciso 22 ha incorporado tratados internacionales de jerarquía superior al Derecho interno, que defienden el carácter de persona de todo ser humano y reconocen su derecho al respeto de su vida. Más claramente la Constitución en su art. 75 inciso 23, 2° párrafo dice que es obligación del Congreso "dictar un régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental".

Por lo demás la Constitución de la Provincia de Tucumán, en su art. 40, inciso 1° reconoce el derecho "a una existencia digna desde la concepción con la debida protección del Estado a su integridad psicofísica con la posibilidad de disponer de una igualdad en las oportunidades".

Como Pastor y no fundándome en la fe cristiana y católica, sino en el Derecho Natural, uno de cuyos mandamientos es "no matar", no puedo callar cuando los medios de comunicación informan que el Gobierno provincial que, en general está a favor de la vida, insta al apoyo del fallo judicial con el argumento de que no se puede desobedecer a la Justicia. Me parece que estamos ante una gran confusión. Se interpreta un fallo que contradice la Constitución Provincial y la Nacional como si fuera una ley. Estoy convencido de que es necesario un diálogo sereno y veraz que no permita que la Argentina instrumente, mediante protocolos de dudosa validez jurídica, la interrupción de embarazos por vía del aborto en casos de violación.

Resulta paradójico y dramático que estos anuncios se hagan, precisamente, en Semana Santa. Cuando la Iglesia celebra el triunfo de la Vida sobre la muerte se pretende instaurar lo contrario: el predominio de la cultura de la muerte sobre el don sagrado y absoluto de la vida, y de la vida inocente.

Ruego a los poderes provinciales, ejecutivo, legislativo y judicial, a los políticos, a los juristas, y especialmente a los médicos, a que se pongan a la altura de la gravedad de las circunstancias. Especialmente los médicos deben hacer valer su derecho a la "objeción de conciencia" y negarse a practicar abortos en cualquier caso que fuera. Nunca se justifica el crimen, y menos el de un inocente que no puede defenderse. Desgraciadamente Argentina, como en tantas cosas, también en este terreno del aborto está "de ida" cuando los países que lo aprobaron "vienen de vuelta". Por poner un ejemplo, en Italia, que aprobó el aborto en 1978, crece en grandes proporciones la "objeción de conciencia" de los ginecólogos y, en general, de todo el personal sanitario.

Mientras exhorto a los fieles católicos y a todos los tucumanos a obrar a conciencia en un asunto tan grave y reitero mi disposición al diálogo franco y abierto con las autoridades porque confío en su buena voluntad y disposición a buscar la verdad, aseguro mi oración y deseo a todos una feliz Pascua de Resurrección. Que el Señor de la Vida disipe las tinieblas de nuestros corazones con la luz de la Verdad. Con mi Bendición Pastoral.

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