Carta de Alianza Marzo 2012

Boletín del Movimiento de Schoenstatt Argentina – 18 de marzo de 2012

Queridos hermanos en la Alianza:

Este 18 de marzo celebramos 60 años de la entronización del símbolo de Dios Padre realizada por el P. Kentenich en el Santuario de Nuevo Schoenstatt. La fecha exacta fue el 19 de marzo, día de San José. En aquella oportunidad el P. Kentenich dijo: “Desde hoy sabemos que el símbolo del Padre nos indica Ad Patrem. ¿Saben lo que significa esto? Lo que parte del Padre debe volver al Padre. Por lo tanto desde hace muchos años, hemos agregado: La Santísima Virgen no es sólo un remolino que nos lleva a Cristo, sino también hacia el Padre. La Madre y el Hijo tienen sólo una tarea, conducir a los que les son confiados a Dios Padre” (P. K. 19/3/52). Por eso en el Santuario se destaca sobre el retablo de la Virgen, el símbolo de la mirada de Dios Padre.

Hace un par de años, luego de un retiro sobre la paternidad de Dios, un hombre me contó que el tema lo había movilizado. Me contó también que desde hacía tiempo cada vez que en la Misa rezaba “creo en Dios Padre” se inquietaba interiormente porque sentía que creía más en Cristo que en Dios Padre; a Cristo lo veía cercano, solidario con los hombres, bueno y fiel hasta la muerte; pero a Dios Padre lo sentía lejano y juzgador, que imponía reglas, castigos o recompensas. Un Dios de temor que le recordaba los sentimientos que tenía de chico frente a su propio papá y que, luego de años de terapia, los había podido superar. Así como había aprendido a relativizar a su padre también ahora “relativizaba” a Dios Padre... y se inquietaba al decir “creo en Dios Padre”.

El P. Kentenich repitió muchas veces que pueblos sin padres son pueblos sin Dios: “Innumerables católicos no llegan a tener una profunda relación filial con Dios Padre porque les falta el fundamento en el orden natural. Por la misma razón para muchos, con el andar del tiempo, el Padre Dios perderá consistencia y llegará a ser nada más que una idea” (P. K. “Dios, mi Padre, 131). La tragedia del hombre de hoy es la tragedia del padre: padres “ausentes” física o espiritualmente; padres “proveedores”, dan cosas pero no se entregan ellos mismos; padres “desvalidos” y débiles de carácter; padres “autoritarios”, manipuladores y violentos; padres “cómplices” y permisivos pero estériles en virtudes y valores… Desde hace tiempo muchas voces del ámbito de la psicología han llamado la atención sobre la necesidad de ocuparse del padre y del rol que éste debe ocupar en la vida familiar, presencia fundamental para la autoestima, la seguridad existencial, la capacidad relacional y de superación personal de los hijos. Así como la relación con el padre es de vital importancia en múltiples campos de la vida del hombre, esa misma relación será también “camino y seguro para su relación de fe” con Dios Padre.

En este contexto, aquel 19 de marzo de 1952, al colocar el símbolo de Dios Padre en el Santuario, el P. Kentenich recordaba la situación del hombre moderno y decía:¿C­ómo suena hoy la palabra padre? Millones y millones de hombres no tienen idea de los rasgos paternales de Dios porque nunca han percibido el reflejo de este Dios, estos rasgos paternales, en su propio padre humano”.Ernesto Sábato, desde otra perspectiva, observó este mismo dolor de los hombres y decía: son “herederos de un abismo, deambulan exiliados en una tierra que no les otorga cobijo. En este desguarnecimiento existencial y metafísico, sufren huérfanos de cielo y de techo” (E. Sábato, “Antes del fin”, pg.41).

Para alegría debo decir también que muchos hombres y mujeres son concientes de esta problemática de la paternidad humana como expresión y camino para el vínculo filial con Dios. Espiritualmente unidos al P. Kentenich y siguiendo sus enseñanzas, trabajan sanando heridas, abriendo nuevos caminos, tendiendo puentes y fortaleciendo los vínculos patero-filiales. Un buen padre en la tierra abre el camino hacia el Padre del cielo.

Volviendo al hombre del retiro, le dije que si él creía verdaderamente en Cristo tenía que comprender su “Buena Noticia”, “la noticia salvadora”: Cristo vino a revelarnos el verdadero rostro de Dios que es Padre: «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones… Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?». Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto». Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14,1-9). El Padre es raíz que nos arraiga y sostiene, es casa que nos cobija, es mano que bendice, orienta y guía, es seguridad que fortalece y anima para abrirnos camino en el mundo. Nos da nombre, identidad y dignidad. Somos sus hijos, a Él pertenecemos.

María, desde sus Santuarios, sigue educando hombres y mujeres que, como Cristo, encarnan y reflejan el amor y la verdad del Padre al mundo de hoy. María sigue gestando padres y madres que dan hogar en su corazón a tantos hombres que viven sin cobijo existencial; Ella nos enseña a ser Santuarios vivos, hogar para el mundo.

Esa fue la experiencia del P. Kentenich y así lo expresaba aquel 19 de marzo: “Parece ser una de las tareas más esencia­les de la Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt, crear desde sus Santuarios esta doble corriente patrocéntri­ca (padres de la tierra y el Padre del cielo). Desde hace años venimos diciendo que uno de los mensajes nucleares de Schoenstatt es el mensaje de Dios Padre, es el mensaje de su imagen terrena, del transparente de Dios, y éste como el medio más importante y vital para que se dé en forma viva y eficaz una profunda e íntima filialidad frente al Padre Dios” (P. K. 19.03.1952).

El filósofo alemán Josef Pieper decía que la grandeza de una fiesta depende de la grandeza del motivo. No se trata tanto de lo que hagamos ni del despliegue, sino del motivo en sí, si nos motiva a comprometernos con lo que celebramos. Queridos hermanos, creo que esto vale para la fiesta del 18 de marzo: no sólo recordamos la bendición del Santuario y colocación del símbolo de Padre sino que, mucho más, queremos renovar nuestro compromiso con la misión por la cual vivió el P. Kentenich: Con Cristo y María ser imagen de la misericordia de Dios Padre, trabajando por una nueva cultura de vínculos, una sociedad con alma de Familia y una cultura de Alianza.

Desde el Santuario les deseo un bendecido día de Alianza.

P. José Javier Arteaga

¡SANTUARIO VIVO, HOGAR PARA EL MUNDO!

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