Carta de Alianza Agosto 2011

Queridos hermanos en la Alianza:

"Me rebelo, ergo, existo. Esta vieja frase de Albert Camus en “La peste” resulta hoy más actual que nunca y parece resumir el cóctel de frustración, injusticia y rabia que estalló hace poco más de una semana en Londres”. Con estas palabras comenzó una periodista un artículo sobre los grandes disturbios en Londres, los que causaron cinco muertos y cientos de detenidos y pérdida de poder para el gobierno. En los meses pasados en varias ciudades de Europa se manifestaron grupos de “indignados” pidiendo que se escuche su voz pues no quieren ser más “marionetas de políticos sordos y corruptos” y exigen una democracia más participativa. También hemos vivido – estamos viviendo – un tembladeral mundial de orden económico. Una de las palabras que más se repiten son “inseguridad a futuro” y los entendidos dicen que la causa es una crisis, no sólo en lo económico sino de poder de liderazgo de los países centrales. El domingo pasado, en Argentina, hemos participado de las elecciones primarias. Previamente los candidatos y partidos hicieron alarde de poder y autoridad tratando de ganar nuestro voto.

Es interesante: todos hablan de poder, pero muchas veces lo confunden con autoridad. Se puede tener el “poder” legalmente adquirido, ¿pero eso acredita automáticamente autoridad? Autoridad es aquello en nombre de lo cual puede ejercerse el poder. “Auctor esse”, ser autor, ser creador, es quien da algo porque posee lo que da, así como el pastor conduce el rebaño hacia el prado o el capitán a un barco pues posee la capacidad, el conocimiento y ha sido designado para ello; tiene la autoridad para hacerlo. La autoridad no surge por el poder sobre otros, sino que el poder es efecto de la autoridad. La autoridad, a su vez, es portadora primera y forjadora de valores (o de antivalores). En torno de ella se tejen múltiples vínculos que constituyen (o destruyen) una comunidad.

Viendo nuestra realidad social global desde esta perspectiva debemos asumir que padecemos una grave crisis de autoridad, pues los que detentan el poder en diferentes órdenes (público y privado) no siempre lo hacen con autoridad; se asemejan más bien a caricaturas de ella, ya sea por el abuso, autoritarismo, o por su ausencia, llevando a la anomia y anarquía. En cierto sentido, nuestra situación se parece a la que Jesús encontró en su tiempo: un vacío de autoridad y una proliferación de poderes de dominio. Jesús, a diferencia de los escribas, sin dominar inspiraba autoridad y nos enseña que el poder es un servicio…“La muchedumbre se admiraba porque enseñaba con autoridad” (Mc. 1, 22). Por eso hoy, ante tanto manoseo del poder, se nos hace urgente reconquistar el verdadero sentido de autoridad.

La historia de nuestra Familia tiene en sus inicios una rebelión de los jóvenes estudiantes contra las autoridades del seminario en Schoenstatt por reglamentos exageradamente estrictos y penalidades draconianas. Esta situación es superada por la acción pedagógica del P. Kentenich. Sin apelar constantemente a normas legales y reglamentos, imposiciones y coacción, sin tener que recordarles “los derechos del cargo”, el P. Kentenich es centro personal que contiene, inspira y conduce con autoridad moral la vida de los estudiantes, despertando con su servicio la libertad, la comunión y la participación de los jóvenes en la vida de la comunidad. El P. Kentenich sintetiza esta forma de concebir la autoridad en un axioma: “afirmamos el principio de la autoridad y lo ejercemos democráticamente”. Es decir, una autoridad claramente reconocida, que en su ejercicio está atenta a las necesidades de la gente, promueve la participación activa y libre de cada miembro gestando así comunidad. ¿Cómo es el ejercicio de nuestra autoridad en nuestras familias, en nuestros trabajos, en los clubes, en nuestras ramas y apostolados, en las parroquias, en los organismos estatales o privados?

Con su vida el Padre Kentenich nos enseñó que la fuerza de una auténtica autoridad está en la autoridad moral, interior, conquistada no por decretos o investiduras externas, y mucho menos por imposiciones, sino por la coherencia de vida entre los ideales, las palabras y los hechos, y por el servicio generoso y desinteresado a los que nos han sido confiados. “Preceder con el ejemplo”. Personalidades así son fuentes de vida y esperanza, son faros de luz que orientan y fortalecen la existencia de personas y pueblos. Son verdaderos padres y madres, constructores de cultura de Alianza. ¡Personalidades así necesita imperiosamente nuestro tiempo!

Hace dos días ha comenzado en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud, en la cual participan casi 1.500.000 jóvenes de 190 países. De Argentina participan unos 5.000 jóvenes y una gran delegación del Movimiento. Un periodista decía que este es el evento de jóvenes más multitudinario en el mundo y se admiraba del poder de convocatoria del Papa Benedicto y, anteriormente, del venerado Juan Pablo II. El periodista dejó picando una pregunta: “¿cuántos líderes hoy tienen el poder para juntar libre y voluntariamente tantos jóvenes del mundo?”. Es verdad, el Papa debe ser el único, pero creo que, sin querer, confundió la palabra: más que “poder” el Papa tiene “autoridad” moral, que atrae e ilumina con la fuerza del amor y la verdad de Cristo. Coherencia de vida, entrega y preceder con el ejemplo.

Desde el Santuario les deseo un bendecido día de Alianza.

P. Javier Arteaga

HEREDEROS DEL PADRE, PROFETAS DE LA VIDA

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