“EL FRUTO DE LA PASCUA ES PARA TODOS LOS HOMBRES” LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
El punto central de la Pascua es el hecho histórico de la resurrección personal de Jesús; de Jesús el Hijo de María y hermano nuestro; de Jesús de Nazaret, el Maestro de los Doce y de los fieles; de Jesús crucificado y sepultado, que permaneció tres días en el sepulcro y que vuelve a la vida y no muere más.
Cristo resucitó realmente en su misma e idéntica humanidad. Jesús resucitó con el mismo cuerpo nacido de María Virgen, pero en condiciones nuevas, espiritualizado.
Jesús está vivo con sus ojos, con sus manos, con sus pies, con sus llagas, como lo mostró a sus discípulos cuando entró en el Cenáculo y les dijo: “Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies” (Lc. 24, 39-40).
La resurrección de Cristo significa que Dios ha dado nueva vida a Cristo muerto y sepultado, y en él ha dado nueva vida al mundo.
NUESTRA RESURRECCIÓN
La resurrección de Cristo es un hecho de alcance universal: nos alcanza también a nosotros.
La fiesta de la Resurrección es la fiesta de Cristo y es también la fiesta del hombre, llamado a participar de una nueva forma de vida, más elevada, más perfecta.
La resurrección de Jesucristo significa que nuestra existencia está abierta a un futuro de eternidad, de alegría, de paz, de comunión con Dios y entre nosotros.
La Pascua, la resurrección de Jesucristo, es una invitación a mostrar en nuestra vida que el amor es más fuerte que el egoísmo, la esperanza es más fuerte que toda desilusión, la luz es más fuerte que las tinieblas, el Espíritu Santo es más fuerte que el mal.
La Resurrección tiene fuerzas para rehacer al hombre, a la familia, a la sociedad.
También la Argentina necesita una resurrección, aunque condicionada a exigencias previas.
La primera exigencia es la renuncia a toda autosuficiencia y el reconocimiento de las propias fallas por parte de todos los sectores del país, sin excluir a ninguno.
En el reciente documento “La Patria es un don, la Nación una tarea”, los Obispos decimos que “la celebración del Bicentenario merece un clima social y espiritual distinto al que estamos viviendo. Urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males. La situación actual requiere una actitud de grandeza de parte de todos los argentinos” (Declaración de la Comisión Permanente del Episcopado, 10 de marzo de 2010).
Les deseo que el fruto de esta Pascua sea la plenitud de la alegría y la confianza en Cristo resucitado, que nos hace hijos del Padre y nos abre al poder renovador del Espíritu Santo.
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Mons. LUIS H. VILLALBA
ARZOBISPO DE TUCUMÁN
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