Quinta reflexión del Padre Kentenich para Jefes, Rectores y Líderes Schoenstattianos


Este es un texto del PK, dictado en una conferencia en el año 1951. Otra vez, estamos frente a un profeta, un previsor de la realidad. Es cortito pero me parece importante compartirlo y tenerlo muy en cuenta en nuestra tarea.

Los verdaderos educadores son personas que aman de tal modo que nunca dejan de amar: no dejan de amar cuando las puertas de la escuela se cierran tras ellos ni cuando salen de vacaciones,porque la tarea que deben enfrentar durante su vida es demasiado seria, demasiado grave. La educación, en cuanto educación de sí mismo, es, en realidad, la tarea de nuestra vida, hasta el último instante.
Acá quiero hacer un primer descanso. El PK nos dice que nunca dejamos de ser educadores. Y es así: en todos los ámbitos de nuestras vidas, tenemos esta tarea: como hermanos mayores, como padres, como maestros, como portadores, como rectores. La educación es, en primer lugar, ser reflejo del primer educador: Jesús. Es por eso que educar es nunca dejar de amar. Algo que podemos ver en esas maestras de montaña que viajan muchos kilómetros y que no les pagan un peso, pero que nunca dejan de amar. Ese es el modelo. Eso es lo que tenemos que llevar a nuestra tarea de educadores. Pero comenzar por nosotros. Educarnos a nosotros mismos. Es una tarea de toda la vida. Es algo dificil por dos motivos: primero porque tenemos que aprender a reconocer nuestras limitaciones para superarlas; y segundo porque tenemos que potenciar nuestras virtudes. Y eso desde las mas chicas, que son las mas costosas.
Y la educación de nuestro pueblo, de nuestra juventud, ha tenido siempre una extraordinaria y profunda importancia. Esto tiene hoy especial validez, por cuanto nos hallamos ante un gran cambio en el curso de la historia. Se echan los dados y, según caigan, han de permanecer probablemente no sólo uno o dos siglos, sino varios. Vivimos, por tanto, en un mundo en que deben tomarse grandes decisiones y éstas serán determinadas, en parte, por la educación. Podemos contarnos entre el grupo de estos educadores verdaderos, auténticos; por eso les doy la más cordial bienvenida.
El otro día hablaba con mi abuela, y le decía que una amiga estudiaba para ser maestra de grado. Ella me dijo que es un desperdicio que una chica inteligente y capaz estudie eso, porque no es valorado, es una vida sacrificada, no ves un peso. Y yo le contesté que ese es uno de los principales problemas del país: la educación ya no es un espacio para gente capacitada. Y eso es una bomba de tiempo. Cada vez vienen peores los chicos, mas limitados intelectualmente, pero no porque tengan problemas académicos propiamente dichos, sino porque no se les enseña a soñar, a volar alto, a tener ideales fuertes.
Eso es lo que no podemos dejar que pase.
Algo que me llamó mucho la atención de la charla del Dr. Albino fue lo que dijo de Sarmiento. El tipo hizo casí una escuela cada tres días de gestión. Se fue a EE UU y se trajo un arsenal de maestras. Acá en argentina murió pobre, pero en todo el mundo el día del maestro es el día de su fallecimiento. En EEUU es el maestro de la pedagogía, hay una escultura suya de dos metros en la principal esquina de Boston.
Es hora de que valoremos esto nosotros.
¿Cómo? De dos maneras:
- siendo santos: haciendo extraordinario lo ordinario. "Sean perfectos como mi Padre es perfecto" dice Jesús. No se tiene que entender que no tengamos fallas, sino que luchemos siempre por dar lo mejor, por aprender lo mejor, por ser magnánimos
- transmitiendo ese modelo a los demás: a los misioneros, a los encargados, a los misionados.
En la medida en que impregnemos de magnanimidad y de santidad (que no es otra cosa que el amor del educador) vamos a dejar una huella bien grande.
Los dejo con dos frases muy buenas:
podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera (Neruda)
lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos NO HAGAN NADA

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