REFLEXIÓN

Justificar a ambos lados¿ QUE PRECISA UN DIRIGENTE DE SCHOENSTATT?

El dirigente precisa reposar en el nido de María, es un trabajador que
comprende su camino, sintiéndose contenido para contener a otros.Si tiene
un nido, podrá ser nido: su corazón estará habitado por personas que van
entrando y saliendo. Algunas permanecen largo tiempo. A todas deberá
incorporar y llevar al seno cálido del Padre y de la Madre. Si no lo
hiciere, se sentiria ahogada, sin aire. Su nido originario, aquél que
todos precisamos, es María.

El dirigente deberá saberse peregrino: andar mucho, tener la meta clara y
no desfallecer. Deberá guardar espacios para la reflexción, la oración y
la escritura. Repasará el mapa de su comunidad -Rama, diócesis- y
percibirá necesidades y anhelos de su gente. Irá hallando rostros,
sonrisas, lágrimas, canciones. Los demás lo enriquecerán con su ejemplo y
testimonio. No deberá quejarse de sus andanzas, alo sumo desahogarse con
alguién de confianza y hallar alegría en el jardín de la Reina.

El dirigente trabaja como una abeja construyendo su panal. En categorías
Schoenstattianas: anudar vínculos, tejer la red, y a veces -a lo mejor
muchas- también zurcirlas. Para eso avivará el respeto y la creatividad.
En el contacto con la vida surgirán ideas y pensamientos nuevos, a veces
muy coherentes, a veces medios locos y, de vez en cuando, muy originales.

Todo dirigente schoenstattiano será un pedagogo. Su misión es poner en
contacto a las personas con el pensamiento y el carisma del P. Fundador. Y
esta es una tarea pedagógica. No precisa ser ni erudito ni un experto,
solo un instrumento o puente entre el Fundador y aquellos a quién sirve.

El dirigente schoenstattiano deberá -por sobre todo- saberse un
mendicante: mendigo de la gracia del Santuario e instrumento de la Mater.
El descubrimiento de su pobreza y fragilidad se tornará una súplica:
pedirá la luz y la fortaleza. Vivirá de la inmensa Misericordia del de un
Padre que con su mano lo toca cada noche y lo purifica, y con su cercanía
le da razones cada mañana para amanecer.
P. Guillermo Carmona

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