Esta celebración de la Coronación de María como Reina de una Familia unida, fecunda y santa nos encuentra como argentinos inmersos en un conflicto largo y profundo entre el Gobierno y los sectores del campo.
Conflicto que influye en la vida cotidiana de millones de argentinos y ha alterado el humor social de vastos sectores.
Además ha potenciado problemas latentes ya existentes como la inflación que afecta a los sectores más pobres y desprotegidos o el desabastecimiento de productos de primera necesidad. Y también ha alterado el ejercicio de derechos ciudadanos básicos como lo es la libre circulación.
Dentro de nuestra misma Familia se cuentan representantes de distintos sectores sociales afectados: hay productores agropecuarios, asalariados y pobres; por lo que podemos decir que el conflicto nos atañe directamente.
Asimismo, seguramente, haya schoenstattianos de distinta inclinación política y es previsible que haya algunos que sean del signo político gobernante y otros que no.
Surge la pregunta, entonces: ¿ qué tiene que ver este problema con nosotros?
En primer lugar, se me viene a la memoria aquella frase de Monseñor Cassareto, que pedía a los argentinos , y especialmente a los cristianos, dejar de ser habitantes para empezar a ser ciudadanos comprometidos con la realidades de nuestra sociedad , muy en línea con todo lo que ha enseñado la Iglesia sobre el papel del laico en el mundo actual desde la Doctrina Social de la Iglesia y especialmente desde el Concilio Vaticano II.
Es por ello que no podemos ser indiferentes. Que lo que ocurre en nuestra sociedad y en este caso particular no nos puede resbalar o que nuestra práctica religiosa en general y nuestra espiritualidad en particular no puede ser aséptica frente a las realidades cotidianas. Justamente porque de eso se trata la religión: de re-ligar la realidad de Dios a la realidad de nuestra vida. Si no fuera así, sería un mero culto de entes ideales descarnados.
Muchos analistas que han hablado sobre este conflicto han destacado que fundamentalmente, para su resolución, falta espíritu de diálogo y de consenso. La misma Iglesia, por boca de los obispos, ha pedido “gestos de grandeza” y el Defensor del Pueblo también ha llamado al diálogo.
El diálogo para ser real y eficaz implica “hacerse escuchar , escucharse y escuchar al otro” y arribar a consensos. Esto, justamente, es lo que no se ha visto. No hay diálogo cuando se descalifica al otro desde la tribuna o cuando se resuelven cosas unilateralmente, mientras se está “dialogando”
Por otro lado, ponemos tener cada uno su orientación política, lo que está muy bien porque la diversidad enriquece. Pero vivimos en una república federal por lo que ,en “orden al ser”, podemos estar de acuerdo que deben cumplirse determinados requisitos para que sea tal. Entre ellos podemos advertir que hay algunos que no se cumplen cabalmente y que han quedado expuestos en estas circunstancias:
- Más allá de la discusión en torno a la interpretación de la Constitución de 1994, es claro que los impuestos deben ser fijados por el Congreso Nacional y debe existir una real división de poderes.
-El gobierno está en mora , aún con la mayoría parlamentaria que tiene, en el dictado de una nueva ley de coparticipación que asegure un piso del 34% de los recurso coparticipables. En este momento el porcentaje que le toca a las provincias es del orden del 25%. Para que haya realmente un régimen federal, las provincias deben contar con sus recursos, sino es un unitarismo disfrazado, lo que se ve aumentado con el cobro de retenciones que no se coparticipan.
-Es absolutamente peligroso para el cumplimiento de la garantía del derecho a la propiedad que una simple Resolución del Ministerio de Economía decida la implementación y fijación de alícuotas de impuestos.
-El ejercicio de la autoridad tiene como presupuestos, para diferenciarla del simple y llano uso del poder, el cultivo de actitudes que la hacen eficaz como camino que la dirige hacia el bien común y al acrecentamiento de la vida autónoma de los demás. Actitudes como la veracidad, la tolerancia, la escucha, la humildad, el reconocimiento de los límites, la valoración del otro, etc, han faltado.
-En los aspectos esencialmente técnicos, ninguna de las resoluciones gubernamentales resuelve los problemas planteados por el sector agrícola; ni la pretendida devolución a los pequeños agricultores, ni la compensación por fletes , ni los mercados a término. Ni tampoco lo referido a la exportación de trigo y carne, ni al precio de la leche. En lo formal , las resoluciones existen, pero en la práctica no resuelven los problemas. Y si no resuelven los problemas planteados, no ayudan a la resolución del conflicto. Es por eso que están involucrados todos los sectores productivos y no solamente los sojeros. En la resolución original del 11 de marzo, estas problemáticas no estaban consideradas. Ni tampoco el destino de los fondos.
-Del otro lado, el derecho a protestar no pede interferir con los derechos de los demás habitantes. Hace falta mayor creatividad y en ese sentido es promisorio que los agricultores hayan recurrido a otras instancias institucionales como la vía judicial, la recolección de firmas para presentar un proyecto de ley que devuelva al Congreso la facultad de fijar los impuestos y la presentación del caso ante el defensor del pueblo. Cierto es , también que cuando está en riesgo la supervivencia, como es la situación de muchos, es difícil pedir moderación.
En este cuadro de situación podemos advertir rasgos claros de la cultura mecanicista que denunciara el Padre Kentenich. Hechos y actos que dividen y desintegran, en los que la conjunción disyuntiva “o” se impone ante el “y” en las contradicciones falsamente planteadas entre “gobierno o campo”, “campo o pueblo”, “ricos o pobres”, ”productores grandes o chicos”, “oficialistas u opositores” y en cambio se ha confundido en tonos grises aquello que sí es disyuntivo “verdad o mentira”, “bien común o avaricia”, “autonomía o masificación”, etc.
Que nos compete hacer como schoenstattianos?
En primer lugar, evitar caer en lo mismo que criticamos. No se puede oponer mentira a la mentira, rabia a la crispación o insulto a la descalificación.
Revisar nuestras actitudes y ver , especialmente , los que tenemos alguna autoridad en cualquier ámbito, si en el ejercicio de ella no caemos en los mismos vicios que criticamos. Preguntarnos si nuestra autoridad sirve para dar vida y posibilidades de formar personas libres, recias y santas. Si nos educamos a nosotros mismos bajo esas premisas que abrazamos desde la alianza de Amor y si la ponemos en juego en nuestra vida cotidiana.
Se trata de cultivar aquello que es propio de nuestro carisma y nuestra herencia: formar un hombre nuevo – libre, recio y santo- , anclado en el amor de Dios y vinculado desde lo profundo del corazón al mundo como realidad a ser transformada según el plan de Dios y a los hombres , rostros de Cristo viviente, capaces de formar una nueva comunidad basada en vínculos de corazón a corazón donde cada uno se siente valorado, respetado y amado personalmente. Recrear el organismo de vinculaciones como pedía el Padre Kentenich.
Ser de Schoenstatt se trata de vivir este carisma, con la conciencia de nuestros límites , debilidades y talentos , sabiendo que representan tareas para morigerar lo uno y hacer fecundo lo otro y con la confianza puesta en María que nos educa y nos acompaña.
Debemos ser ciudadanos también, participando, no poniéndonos al lado del camino amparados en nuestra comodidad.
Tenemos la obligación, antes que nada de informarnos para que el prejuicio no nos nuble la razón que busca la verdad.
Si creemos que es justo el reclamo, participemos activamente firmando los petitorios o participando de marchas. No nos conformemos pensando que quizás o seguro lo hace otro. Nadie puede reemplazar lo que no hacemos nosotros mismos.
Si creemos que hace falta diálogo, lo cultivemos en nuestro entorno.
Si creemos que hace falta respeto, lo ejercitemos.
Si creemos que hace falta generosidad, seamos generosos.
En este contexto celebramos este aniversario en que coronamos a María como Reina de una Familia santa , unida y fecunda. Y hoy nuestro país está ávido y necesitado de personas santas que sean promotores de unidad y de un amor que se vuelve fecundo cuando se entrega concretamente a los demás.
Nuestra celebración pues, debe ser en el propósito , cierto y firme, de cultivar y crecer en actitudes y hechos que , hacia adentro de la Familia, la lleven por esos caminos y hacia fuera, podamos regalar a la sociedad esos frutos de unidad, santidad y fecundidad, como aporte concreto a nuestros compatriotas.
Hacerlo de tal modo que nuestra vivencia personal y comunitaria sea “ un interrogante ineludible para los demás” que los interpele y los anime a construir vínculos verdaderos, aquellos afectivos, cercanos, permanentes , que modifican la vida, porque han visto en nosotros que eso es bueno.
Nuestro camino para ello sigue siendo claro: ser fieles a la Alianza de Amor que se hace concreta cuando ejercitamos el “nada sin Ti, nada sin nosotros”, las mismas palabras que le podemos decir a cualquier prójimo en el camino de ser comunidad de vínculos “en el otro, con el otro y para el otro”
Que María nos dé una bendecida celebración de su Coronación.
Rainer Wittich
Conflicto que influye en la vida cotidiana de millones de argentinos y ha alterado el humor social de vastos sectores.
Además ha potenciado problemas latentes ya existentes como la inflación que afecta a los sectores más pobres y desprotegidos o el desabastecimiento de productos de primera necesidad. Y también ha alterado el ejercicio de derechos ciudadanos básicos como lo es la libre circulación.
Dentro de nuestra misma Familia se cuentan representantes de distintos sectores sociales afectados: hay productores agropecuarios, asalariados y pobres; por lo que podemos decir que el conflicto nos atañe directamente.
Asimismo, seguramente, haya schoenstattianos de distinta inclinación política y es previsible que haya algunos que sean del signo político gobernante y otros que no.
Surge la pregunta, entonces: ¿ qué tiene que ver este problema con nosotros?
En primer lugar, se me viene a la memoria aquella frase de Monseñor Cassareto, que pedía a los argentinos , y especialmente a los cristianos, dejar de ser habitantes para empezar a ser ciudadanos comprometidos con la realidades de nuestra sociedad , muy en línea con todo lo que ha enseñado la Iglesia sobre el papel del laico en el mundo actual desde la Doctrina Social de la Iglesia y especialmente desde el Concilio Vaticano II.
Es por ello que no podemos ser indiferentes. Que lo que ocurre en nuestra sociedad y en este caso particular no nos puede resbalar o que nuestra práctica religiosa en general y nuestra espiritualidad en particular no puede ser aséptica frente a las realidades cotidianas. Justamente porque de eso se trata la religión: de re-ligar la realidad de Dios a la realidad de nuestra vida. Si no fuera así, sería un mero culto de entes ideales descarnados.
Muchos analistas que han hablado sobre este conflicto han destacado que fundamentalmente, para su resolución, falta espíritu de diálogo y de consenso. La misma Iglesia, por boca de los obispos, ha pedido “gestos de grandeza” y el Defensor del Pueblo también ha llamado al diálogo.
El diálogo para ser real y eficaz implica “hacerse escuchar , escucharse y escuchar al otro” y arribar a consensos. Esto, justamente, es lo que no se ha visto. No hay diálogo cuando se descalifica al otro desde la tribuna o cuando se resuelven cosas unilateralmente, mientras se está “dialogando”
Por otro lado, ponemos tener cada uno su orientación política, lo que está muy bien porque la diversidad enriquece. Pero vivimos en una república federal por lo que ,en “orden al ser”, podemos estar de acuerdo que deben cumplirse determinados requisitos para que sea tal. Entre ellos podemos advertir que hay algunos que no se cumplen cabalmente y que han quedado expuestos en estas circunstancias:
- Más allá de la discusión en torno a la interpretación de la Constitución de 1994, es claro que los impuestos deben ser fijados por el Congreso Nacional y debe existir una real división de poderes.
-El gobierno está en mora , aún con la mayoría parlamentaria que tiene, en el dictado de una nueva ley de coparticipación que asegure un piso del 34% de los recurso coparticipables. En este momento el porcentaje que le toca a las provincias es del orden del 25%. Para que haya realmente un régimen federal, las provincias deben contar con sus recursos, sino es un unitarismo disfrazado, lo que se ve aumentado con el cobro de retenciones que no se coparticipan.
-Es absolutamente peligroso para el cumplimiento de la garantía del derecho a la propiedad que una simple Resolución del Ministerio de Economía decida la implementación y fijación de alícuotas de impuestos.
-El ejercicio de la autoridad tiene como presupuestos, para diferenciarla del simple y llano uso del poder, el cultivo de actitudes que la hacen eficaz como camino que la dirige hacia el bien común y al acrecentamiento de la vida autónoma de los demás. Actitudes como la veracidad, la tolerancia, la escucha, la humildad, el reconocimiento de los límites, la valoración del otro, etc, han faltado.
-En los aspectos esencialmente técnicos, ninguna de las resoluciones gubernamentales resuelve los problemas planteados por el sector agrícola; ni la pretendida devolución a los pequeños agricultores, ni la compensación por fletes , ni los mercados a término. Ni tampoco lo referido a la exportación de trigo y carne, ni al precio de la leche. En lo formal , las resoluciones existen, pero en la práctica no resuelven los problemas. Y si no resuelven los problemas planteados, no ayudan a la resolución del conflicto. Es por eso que están involucrados todos los sectores productivos y no solamente los sojeros. En la resolución original del 11 de marzo, estas problemáticas no estaban consideradas. Ni tampoco el destino de los fondos.
-Del otro lado, el derecho a protestar no pede interferir con los derechos de los demás habitantes. Hace falta mayor creatividad y en ese sentido es promisorio que los agricultores hayan recurrido a otras instancias institucionales como la vía judicial, la recolección de firmas para presentar un proyecto de ley que devuelva al Congreso la facultad de fijar los impuestos y la presentación del caso ante el defensor del pueblo. Cierto es , también que cuando está en riesgo la supervivencia, como es la situación de muchos, es difícil pedir moderación.
En este cuadro de situación podemos advertir rasgos claros de la cultura mecanicista que denunciara el Padre Kentenich. Hechos y actos que dividen y desintegran, en los que la conjunción disyuntiva “o” se impone ante el “y” en las contradicciones falsamente planteadas entre “gobierno o campo”, “campo o pueblo”, “ricos o pobres”, ”productores grandes o chicos”, “oficialistas u opositores” y en cambio se ha confundido en tonos grises aquello que sí es disyuntivo “verdad o mentira”, “bien común o avaricia”, “autonomía o masificación”, etc.
Que nos compete hacer como schoenstattianos?
En primer lugar, evitar caer en lo mismo que criticamos. No se puede oponer mentira a la mentira, rabia a la crispación o insulto a la descalificación.
Revisar nuestras actitudes y ver , especialmente , los que tenemos alguna autoridad en cualquier ámbito, si en el ejercicio de ella no caemos en los mismos vicios que criticamos. Preguntarnos si nuestra autoridad sirve para dar vida y posibilidades de formar personas libres, recias y santas. Si nos educamos a nosotros mismos bajo esas premisas que abrazamos desde la alianza de Amor y si la ponemos en juego en nuestra vida cotidiana.
Se trata de cultivar aquello que es propio de nuestro carisma y nuestra herencia: formar un hombre nuevo – libre, recio y santo- , anclado en el amor de Dios y vinculado desde lo profundo del corazón al mundo como realidad a ser transformada según el plan de Dios y a los hombres , rostros de Cristo viviente, capaces de formar una nueva comunidad basada en vínculos de corazón a corazón donde cada uno se siente valorado, respetado y amado personalmente. Recrear el organismo de vinculaciones como pedía el Padre Kentenich.
Ser de Schoenstatt se trata de vivir este carisma, con la conciencia de nuestros límites , debilidades y talentos , sabiendo que representan tareas para morigerar lo uno y hacer fecundo lo otro y con la confianza puesta en María que nos educa y nos acompaña.
Debemos ser ciudadanos también, participando, no poniéndonos al lado del camino amparados en nuestra comodidad.
Tenemos la obligación, antes que nada de informarnos para que el prejuicio no nos nuble la razón que busca la verdad.
Si creemos que es justo el reclamo, participemos activamente firmando los petitorios o participando de marchas. No nos conformemos pensando que quizás o seguro lo hace otro. Nadie puede reemplazar lo que no hacemos nosotros mismos.
Si creemos que hace falta diálogo, lo cultivemos en nuestro entorno.
Si creemos que hace falta respeto, lo ejercitemos.
Si creemos que hace falta generosidad, seamos generosos.
En este contexto celebramos este aniversario en que coronamos a María como Reina de una Familia santa , unida y fecunda. Y hoy nuestro país está ávido y necesitado de personas santas que sean promotores de unidad y de un amor que se vuelve fecundo cuando se entrega concretamente a los demás.
Nuestra celebración pues, debe ser en el propósito , cierto y firme, de cultivar y crecer en actitudes y hechos que , hacia adentro de la Familia, la lleven por esos caminos y hacia fuera, podamos regalar a la sociedad esos frutos de unidad, santidad y fecundidad, como aporte concreto a nuestros compatriotas.
Hacerlo de tal modo que nuestra vivencia personal y comunitaria sea “ un interrogante ineludible para los demás” que los interpele y los anime a construir vínculos verdaderos, aquellos afectivos, cercanos, permanentes , que modifican la vida, porque han visto en nosotros que eso es bueno.
Nuestro camino para ello sigue siendo claro: ser fieles a la Alianza de Amor que se hace concreta cuando ejercitamos el “nada sin Ti, nada sin nosotros”, las mismas palabras que le podemos decir a cualquier prójimo en el camino de ser comunidad de vínculos “en el otro, con el otro y para el otro”
Que María nos dé una bendecida celebración de su Coronación.
Rainer Wittich
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